Jovenes por siempre, Carmelitas de Corazón, Creciendo juntos. Ecuador en la Mitad del Mundo

jueves, enero 06, 2011

Tuve un sueño anoche


Un pequeño gusano caminaba un día en dirección al
sol. Muy cerca del camino se encontraba un
saltamontes. "¿Hacia dónde te diriges?", le
preguntó. Sin dejar de caminar, la oruga
contestó: "Tuve un sueño anoche: soñé que desde
la punta de la gran montaña yo miraba todo el
valle. Me gustó lo que vi en mi sueño y he
decidido realizarlo".

Sorprendido, el saltamontes dijo mientras su
amigo se alejaba: "¡Debes estar loco! ¿Cómo
podrás llegar hasta aquel lugar? ¡Tú, una simple
oruga! Una piedra será una montaña, un pequeño
charco un mar y cualquier tronco una barrera
infranqueable". Pero el gusanito ya estaba lejos
y no lo escuchó, y su diminuto cuerpo no dejó de
moverse.

De pronto se oyó la voz de un escarabajo: "¿Hacia
dónde te diriges con tanto empeño?". Sudando ya
el gusanito, le dijo jadeante: "Tuve un sueño y
deseo realizarlo; subir a esa montaña y desde ahí
contemplar todo nuestro mundo".

El escarabajo soltó una carcajada y dijo: "Ni yo,
con patas tan grandes, intentaría realizar algo
tan ambicioso".  Y se quedó en el suelo tumbado
mientras la oruga continuó su camino, habiendo
avanzado ya unos cuantos centímetros. Del mismo
modo, la araña, el topo, la rana y la flor le
aconsejaron desistir: "¡No lo lograrás jamás!".

Pero en el interior del gusanito había un impulso
que le obligaba a seguir. Ya agotado, sin fuerzas
y a punto de morir, decidió parar a descansar y
construir con su último esfuerzo un lugar donde
pernoctar. "Estaré mejor", fue lo último que
dijo, y murió.

Todos los animales del valle fueron a mirar sus
restos. Ahí estaba el animal más loco del pueblo,
que había construido como su tumba un monumento a
la insensatez. Ahí estaba un duro refugio, digno
de uno que murió por querer realizar un sueño
irrealizable.

Una mañana en la que el sol brillaba de una
manera especial, todos los animales se
congregaron en torno a aquello que se había
convertido en una advertencia para los atrevidos.

De pronto quedaron atónitos, aquella concha dura
comenzó a quebrarse y con asombro vieron unos
ojos y una antena que no podía ser la de la oruga
que creían muerta, poco a poco, como para darles
tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo
las hermosas alas arco iris de aquel
impresionante ser que tenían frente a ellos: Una
mariposa.

No hubo nada que decir, todos sabían lo que
pasaría, se iría volando hasta la gran montaña y
realizaría su sueño, el sueño por el que había
vivido, por el que había muerto y por el que
había vuelto a vivir. Todos se había equivocado.

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