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lunes, enero 10, 2011

Cómo sobrevivir a la pérdida de un amor ?


Cuesta toda una vida decirle adiós a muchas cosas. A medida que
vayamos viviendo, le diremos adiós a los seres, cosas e ideas
queridos. Y al final, le decimos adiós a la vida misma con nuestra
muerte. Aprende a decir adiós. Permítete llorar cada pérdida. Lo
mismo que con una herida física, el cuerpo tiene su propio ritmo
para curarse. El cuerpo te dirá cuándo está curado.

Comprender el proceso de recuperación de una herida emocional es
algo valioso (aunque no necesariamente una técnica para acelerar el
proceso de recuperación), pero sobre todo es como una garantía para
que sepas que, cualquiera que sea la fase en que te encuentres del
proceso, todo se desarrolla con normalidad.

Hay tres fases distintas en el proceso de recuperación. Nosotros
experimentamos cada una de estas fases independientemente de la
pérdida que hayamos sufrido. La única diferencia es la intensidad
del sentimiento y la duración. Cuando se trata de una pérdida de
poca importancia pasamos por las tres etapas, en cuestión de unos
pocos minutos. Pero si se trata de una pérdida muy grande, el
proceso de recuperación puede durar años.

La primera fase es la de shock/negación. Nuestro cuerpo y nuestras
emociones se vuelven insensibles al dolor. La mente se niega a
aceptar la realidad. A menudo, las primeras palabras que proferimos
al enterarnos de la pérdida son: "No, no es verdad" o "No, no puede
ser".

La segunda fase es la rabia/depresión. La persona o cosa causante
de la pérdida nos hace sentir enojados (incluida la persona
perdida). A menudo volvemos la rabia en contra nuestra y nos
sentimos culpables por lo que hicimos o no (el hecho de querer darle
la culpa a los demás o a nosotros mismos no siempre es racional).
La fase depresiva de la pérdida es la tristeza que la acompaña a
menudo: las lágrimas, el dolor, la desolación. Tenemos miedo de
que nunca más volveremos a querer o a ser queridos.

La tercera fase es la comprensión/aceptación. Nos damos cuenta de
que la vida sigue, que la pérdida es algo consubstancial a la vida y
que nuestra vida puede y será completa sin la presencia de aquello
que se perdió. También nos damos cuenta de que, al vivir las dos
primeras etapas de la recuperación, hemos aprendido muchísimo acerca
de nosotros mismos, que nos hemos hecho mejores personas por la
experiencia que hemos adquirido.

Si no nos damos el tiempo y la libertad necesarios para curarnos,
una parte de nuestra capacidad para vivir la vida se congela, se
vuelve inservible para los grandes sentimientos que parecen
gustarnos tanto: felicidad, alegría, contento, amor, paz. El
mecanismo que nos hace sentir la rabia y la depresión es el mismo
que nos hace sentir la paz y el amor. Si tú rechazas sentir la
rabia y el dolor de una pérdida, no estarás en condiciones de sentir
cualquier otra cosa hasta que esa parte que hay en ti que los
rechaza se restablezca.

En el pasado, quizá negábamos el dolor que nos producía una pérdida
(trabajando horas extra, tomando drogas -entre ellas el tabaco y el
alcohol-, realizando otras actividades que crearan adicción, o
mediante la fuerza de voluntad pura y simple -"¡No pienso volver a
sentirme triste por esto nunca más!"-). Si todo eso es cierto, lo
más probable es que las zonas que antaño sufrieron alguna pérdida
todavía no se hayan recobrado.

Cuando te abres a un mayor aprendizaje acerca de ti mismo, en todas
esas zonas se produce un "deshielo", y todos los sentimientos de
tristeza, miedo y rabia afloran a la superficie. Si eso pasa,
quiérete lo suficiente como para vivir el proceso de curación que en
el pasado no te permitiste tener.

No hace falta que sepas en qué consistió la pérdida (lo más probable
es que sea una combinación de varias pérdidas a lo largo de muchos
años), basta con que en esta ocasión te dejes curarte a ti mismo.
En otras palabras, no te interpongas en tu propio camino. Siéntete
mal si quieres sentirte mal. Siente el regocijo también. La
curación se está produciendo. Una parte de ti que hasta ahora era
inservible está siendo reclamada para que en el futuro pueda vivir
la alegría.

A veces una pérdida sin importancia puede desencadenar el dolor de
una pérdida anterior que todavía no se ha sanado. Te puedes
preguntar, por ejemplo, "¿por qué me ha trastornado tanto el rechazo
de esa persona? Pero si acababa de conocerla". A lo mejor todo
consiste en que la curación de una vieja amistad que perdiste
(alguna que significó mucho para ti) está teniendo lugar.




Melva Colgrove, Harold Bloomfield y P. McWilliams

"Por lo tanto, como escogidos de Dios, santos y amados, revístanse
de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia,
de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene
queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también
ustedes. Por encima de todo, vístanse de amor, que es el vínculo
perfecto. Que gobierne en sus corazones la paz de Cristo, a la cual
fueron llamados en un solo cuerpo. Y sean agradecidos. Que habite
en ustedes la palabra de Cristo con toda su riqueza: instrúyanse y
aconséjense unos a otros con toda sabiduría; canten salmos, himnos y
canciones espirituales a Dios, con gratitud de corazón. Y todo lo
que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor
Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de Él" Colosenses
3:12-17.

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