Jovenes por siempre, Carmelitas de Corazón, Creciendo juntos. Ecuador en la Mitad del Mundo

viernes, enero 28, 2011

La bondad


Gandhi tenía una bondad increíble. Uno de sus discípulos, sentía
envidia de él y quería matarlo. Un día, el maestro estaba paseando
por un camino solitario y desde la cima de una colina, el homicida
deslizó una piedra que rodó por la ladera, pero la piedra se trabó
con un árbol y se detuvo antes de dar en el blanco. Mahatma
reconoció a su agresor, pero no le dijo nada y tampoco lo contó.

Días después, se cruzaron los dos hombres y Gandhi lo saludó con
alegría y respeto. El hombre le preguntó muy sorprendido si no
estaba enojado con él. Gandhi le respondió que no. ¿Puedes decirme
por qué no le has dicho a nadie y cómo has hecho para no enojarte
conmigo?. Porque ni tú eres ya el que arrojó la roca, ni yo soy ya
el que estaba allí cuando me fue arrojada.

Debido a que varios de sus seguidores le preguntaban cómo hacía para
no reaccionar a las agresiones y a las presiones; un día los reunió
y los llevó a un cementerio. Les pidió que gritaran insultos con
todas sus fuerzas. Luego de hacerlo, les dijo que gritaran
halagos. En el medio de ese campo los hombres parecían un grupo de
locos. Luego se sentaron y les dijo que era necesario aprender de
los muertos. Como ellos, había que ser indiferentes a los insultos
y también a los elogios. De esa indiferencia podía florecer la
bondad.

"Por tanto, hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir
conforme a la naturaleza pecaminosa. Porque si ustedes viven
conforme a ella, morirán; pero si por medio del Espíritu dan muerte
a los malos hábitos del cuerpo, vivirán. Porque todos los que son
guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no
recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el
Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: "¡Abba!
¡Padre!" El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos
hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios
y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con Él, también
tendremos parte con Él en su gloria" Romanos 8:12-17

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