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martes, enero 18, 2011
Dejar la puerta abierta
Cuando uno de los miembros de la pareja deja de amar y decide
alejarse, hay una persona que siente un gran dolor, y que siente el
peso de la pérdida de una manera diferente. Esta persona es la que
sigue amando, la que no puede comprender o, que si bien comprende lo
que sucede, no lo entiende o se niega a entenderlo. De pronto debe
asumir su vida, su pena, y elaborar el duelo. Es ahí cuando
empezamos a comprender que a veces no podemos tener todo lo que
queremos, y que la vida, o el mundo no era como lo imaginamos.
Soñamos con una vida en pareja, siempre sintiéndonos amados y
amando, en terminar nuestra vida al lado de la persona amada, y así
de sueño en sueño, un día nos despertamos ante esa realidad: Ya no
nos aman, y nos llenamos de preguntas sin respuestas: ¿por qué?
¿cuándo?
Amar implica correr ese riesgo, y cuando se ama de verdad se sufre.
Ante la pérdida debemos tratar de elaborar el duelo, y poco a poco
lograr separarnos de lo que ya no está. Si no aprendemos a soltar,
si no dejamos ir, si el apego puede más que nosotros y nos quedamos
ahí atados, pegados a esos sueños, a esas fantasías, a esas
ilusiones; el dolor crecerá sin parar y día a día nuestra tristeza,
y nuestro sufrimiento serán los compañeros de ruta, de una ruta
hacia la depresión, la falta de incentivo, y la falta de vida.
Cuesta soltar aquello que amamos, duele sentir que ya no somos
amados, pero en ese dolor estamos creciendo y madurando y si
aprendemos a soltar estamos dejando atrás una parte de nuestra
historia y empezamos a abrirnos a lo diferente, a lo desconocido.
Dejar ir es la clave, no es fácil, no es simple, y duele. Pero la
vivencia normal de una pérdida tiene que ver justamente con animarse
a vivir los duelos, con permitirse padecer el dolor como parte del
camino. Y digo dolor y no el sufrimiento, porque sufrir es
resignarse a quedarse amorosamente apegado a la pena.
"Quiero poder abrir la mano y soltar lo que hoy ya no está, lo que
hoy ya no sirve, lo que hoy no es para mí, lo que hoy no me
pertenece. No quiero retenerte, no quiero que te quedes conmigo
porque yo no te dejo ir. No quiero que hagas nada para quedarte más
allá de lo que quieras. Mientras yo deje la puerta abierta voy a
saber que estás acá porque te quieres quedar, porque si te quisieras
ir, ya te habrías ido..."
"Por tanto hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor.
Miren cómo espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto
y con qué paciencia aguarda las temporadas de lluvia. Así también
ustedes, manténganse firmes y aguarden con paciencia la venida del
Señor, que ya se acerca. No se quejen unos de otros, hermanos, para
que no sean juzgados. ¡El juez ya está a la puerta!" Santiago 5:7-
9.
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