Jovenes por siempre, Carmelitas de Corazón, Creciendo juntos. Ecuador en la Mitad del Mundo

miércoles, diciembre 26, 2012

La Buena Nueva de la Navidad

Eugenio Pizarro Poblete
 
“Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”…

La Navidad no es un mero hecho histórico. No es sólo algo que sucedió hace varios siglos atrás.

Tampoco es un recuerdo sentimental y un tanto romántico, con un dejo de un cuento celeste, y con narraciones parecidas a historietas de hadas. ¡No! La Navidad es algo real hoy día. El amor y la misericordia de Dios se encarnan en la persona de Jesús. Y Jesús vino, viene siempre, y vendrá al fin de los tiempos.

Hoy viene y nace para nosotros. Y lo hace porque lo necesitamos ardiente y urgentemente. Y cada vez que alguien tenga necesidad, Jesús estará a la puerta de su vida toda. Jesús es la respuesta del amor de Dios por nosotros. El amor de Dios no permanece indiferente ante nuestras necesidades. Nunca está indiferente ante la humanidad caída a la vera del camino. Jesús, como Buen Samaritano, no pasa de largo como el levita y el sacerdote, como los sabios y religiosos poderosos, ocupados en sus negocios, cuales ciegos y sordos que no ven ni escuchan el clamor de “millones de pobres que piden a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte” (Medellín, Pobreza 1, 2).

El hecho real es que “Dios no consideró indigno hacerse uno de nosotros, en todo igual a nosotros, menos en el pecado”. Dios se hizo hombre. Jesús viene: es el Dios hecho Hombre. Dios se hizo un humano. En Jesús, el Niño, que nace hoy para nosotros, está un Dios verdadero y un verdadero Hombre.

Dios, que es Amor, se sintió urgido por la humanidad caída y a la vera del camino. Vino a prisa a liberarnos. Sin ningún titubeo ni recoveco; tampoco rehuyó, buscando otro camino, ni le sacó la vuelta al conflicto de la vida de los hombres y mujeres del mundo empecatado. Él se abajó, tomando nuestra condición humana, asumiéndola con amor en su propia vida. Se aproximó. Se hizo prójimo. Se bajo de su cabalgadura y se acercó a la humanidad. Se acercó a mí, a usted y a todo el hombre y a todos los hombres caídos. Nos tomó con un amor concreto y una ternura inmensa… nos curó de nuestras heridas, todas provocadas por los mismos hombres y mujeres: salteadores y saqueadores en nuestra sociedad… nos cargó y nos puso sobre su cabalgadura (nos cargó, asumiendo nuestra humanidad herida, poniéndonos y cargándonos en su pesada cruz). Nos llevó a la posada. Y allí, en cuerpo y alma, nos atendió personal, social e integralmente durante toda nuestra noche. Después de esa angustiosa noche, tuvimos un otro día… tuvimos un amanecer… había pasado lo peor. Y nos dejó en la Posada… nos dejó y nos entregó al cuidado de la Iglesia. A la Iglesia le entregó “denarios” para que nos siguiera cuidando y amando como Él lo hizo: amar a la manera de Jesús. Jesús promete, que a su vuelta, pagará a la Iglesia todo el amor y entrega al cuidado de nosotros. ¡Qué grave responsabilidad tenemos nosotros, Iglesia de Cristo Jesús! Y, ¿cómo la estamos cumpliendo?

Como podrán ver ustedes, la Navidad, que hoy conmemoramos, es un hecho real, de hoy, y que tiene una proyección mucho más allá, amplia, integral y universal, que la noche de Belén.

Hoy celebramos la fiesta de un amor hasta el extremo. Fiesta de un amor que nace y que puede y debe nacer todos los días, para todo el hombre y para todos los hombres (y mujeres). Nos corresponde actualizarla hoy: en nuestras familias, en los barrios y poblaciones, especialmente en los Campamentos de nuestros hermanos pobres.

Hoy es posible este amor comprometido. Hoy puede y debe ser navidad, un gran nacimiento en nuestro confuso y confundido rumbo de Chile. Tengamos fe: un mundo nuevo puede nacer. Hoy puede nacer el Amor.

Y, ¿cómo puedo yo recibir este Amor… cómo puedo yo acoger a un Dios que se abaja para amarme y salvarme, haciéndose un Niño muy al alcance de nuestras manos?

Primero que nada los invito a hacer un profundo acto de fe en el Dios que se nos manifiesta hoy tan humano.

Después, hay que tener un corazón y alma de pobre como el Niño de Belén. En un corazón egoísta, duro, que no se deja amar y que no sabe amar de verdad, nunca podrá nacer ni entrar Dios; nunca podrá “entrar y cenar con nosotros”… nunca podrá ser nuestro huésped, ni nunca podremos ser habitados.

Mirando la Bienaventuranza de los pobres, encarnada en un pequeño, que “no tuvo lugar en la posada”, encontraremos el camino hacia un gran nacimiento, hoy día en nosotros y en medio de nosotros. Abramos un corazón de pobre al Niño Dios, que se pone humildemente a nuestro alcance y servicio, y será Navidad.

Sí… todo es posible. En liturgia navideña de Iglesia, y no sólo en ella, Jesús puede nacer en nuestra vida toda y en todas nuestras vidas. Hoy es posible una Navidad para todos y cada uno.

Más de alguno dirá: ¿cómo será posible en mí, si yo soy tan pecador? No importa. Precisamente, por nuestros pecados y heridas vino y viene Jesús. Nuestro nacimiento no será sólo por nuestros méritos y virtudes propias de nuestros esfuerzos personales. Aquí, se hace necesaria una espiritualidad desde abajo. Desde un Niño “sin un lugar en la posada”, desnudo, pobre, “apenas envuelto en pañales en una pesebrera”. Un corazón y alma de pobre reconoce sus miserias, y sabe que Jesús, desde nuestras miserias y pecados, sean estos personales y sociales, nos tira para arriba, sacándonos de nuestras servidumbres. Jesús es nuestro ascensor. Sus brazos se estiran hacia abajo, nos toman desde nuestros pecados y nos hacen subir. Recomiendo ese camino. Es el camino de los humildes, de los de alma y corazón de pobre. No hay nada nuestro que no tenga solución. Dios es el Dios de lo imposible. ¡Tengamos fe, esperanza y amor, y será Navidad! Les digo, como el vigilante bíblico de la noche… de nuestras oscuras noches: “Vigía, ¿qué ves en la noche?… Veo el amanecer”.

Pero no puedo terminar sin levantar ante un mundo egoísta globalizado, la condición de pobre que tomó el Dios que nace. Si no renegamos ni no nos avergonzamos de nuestra cuna y origen… Si tenemos una opción radical por los más pobres… es porque Dios optó primero que nosotros por los pobres. Esta verdad de nuestra fe se nos recuerda hoy en Navidad.

Dios se hizo Hombre Pobre… Se abraza, hoy, con todos los pobres del mundo y se hace su hermano. Más aún, se identifica con ellos. ¡El pobre es Cristo! “Lo que haces por el pobre, conmigo lo haces” (Mt 25). Y por esto seremos juzgados por Dios.

A ese pobre… a ese Cristo, tenemos que “hacerle un lugar en la posada”. Es nuestra tarea propia de la construcción del Reino. El pobre de Chile y del mundo (80%) tiene que tener un nacimiento.

La sociedad de una economía neoliberal impide el nacimiento de ese Cristo, que está en los más pobres. En esa sociedad de “pecado social” no habrá nunca un nacimiento ni para los responsables y culpables, ni para los pobres oprimidos por una minoría pecadora.

El camino neoliberal es un asalto y un saqueo que tiene malherida “a la vera del camino” a una mayoría de hombres y mujeres: son los rostros sufridos de Cristo, hoy entre nosotros, son los millones de pobres que hoy interpelan nuestra conciencia.

¡No más mentiras! No habrá Navidad, y no es cierto que se ama a Dios, y que un país es cristiano, si se tiene secuestrada a una mayoría por una minoría concentradora, poderosa, dura y egoísta, con idolatría del tener y del dinero. Desde el mismo momento que Dios se hizo pobre, los derechos humanos de los pobres, son los derechos de Dios mismo.

Quien dice que ama a Dios y no respeta los derechos de los pobres, es un mentiroso y Cristo no está con él ni en él.

No existe el amor al prójimo en abstracto. Es sólo una teoría mentirosa decir que “todos los hombres y mujeres son mis hermanos y prójimos”. No. Ese no es el Camino, la Verdad y la Vida. El Camino, la Verdad y la Vida, es Cristo, el que nace, se hace un Hombre… se aproxima a la humanidad caída a la vera del camino… se abaja y se acerca… se hace el próximo de todo y de todos. Entonces, yo seré prójimo del que me acercó y aproximo con compromiso real y de hermano.

En esta Navidad, Cristo quiere aproximarse a cada uno y a todos. Que lo recibamos. Que seamos un pesebre para Cristo. Más aún, que ahora, haya “un lugar en la posada” para Cristo. Aproximémonos a Cristo, aproximándonos entre nosotros, especialmente hagámonos prójimos de los pobres, buscando una posada, una sociedad justa, fraterna, libre y solidaria, para que ellos tengan un gran nacimiento.

Será Navidad si comenzamos con urgencia a cumplir las promesas del que nace, proclamadas por la Virgen en su Magníficat: “Derribará del trono a los poderosos y enaltecerá a los humildes. Colmará de bienes a los hambrientos y despedirá a los ricos con las manos vacías”.

Cristo ya nació. Ahora nos toca nacer a nosotros. Saludo y deseo un gran nacimiento para todos.

lunes, diciembre 24, 2012

Navidad...No Vengas Aun...

No vengas, Navidad,que es muy temprano todavía,


las están temblando en el sol del mediodía y los niños en las calles vagan solos, sin comida y el campesino, aunque quiera,no puede deletrearte en las vitrinas.


No vengas, Navidad,como insulto a la pobreza,no llenes de caros a los ricos de la empresa,ni ufanes a sus señoras con perlas y con diamantes


.No vengas, Navidad,ten compasión, no vengas.

No queremos combinaciones de contrastes humillantes con sedas finas de y manta vieja y zurcida,con pavos de muchas marcas y sal en una tortilla.




No vengas, Navidad,danos un tiempo todavía,recuerda que existen muchos que sufren con tu venida sacando de sus pañuelos monedas envejecidas para comprarle al mundo una parte de tu alegría.


Recuerda que somos tantos sumidos en la miseria y anhelamos saborearte con bebidas y con torrejas,con juguetes y conservas,para que nuestros hijos sientan el calor de Noche-buena en la pólvora sonora que los ricos siempre queman.


No te muestres, Navidad,en pléyades de alegres venaditos portando juguetes, campanillas y trineos por las residencias de los niños ricos;
tu presencia entre los nuestros todavía no concibe que se afame en los estantes luminosos
un Papa Noel de lanas revestido y se margine de realezas al glorioso desnudo Niño Dios con frío.



No vengas, Navidad,no te entendemos todavía



Paz 

miércoles, diciembre 19, 2012

¿Qué podemos hacer?


La predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?

El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los necesitados (Lc 3, 10-18).

No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo”. Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?

Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros.

No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de “empobrecernos” poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.

Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados, privados de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno… Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.

Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas…

La crisis va a ser larga. En los próximos años se nos va a ofrecer la oportunidad de humanizar nuestro consumismo alocado, hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a denunciar la falta de compasión en la gestión de la crisis… Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas.

José Antonio Pagola

miércoles, diciembre 12, 2012

El arte de ser niño


En mi niñez, en el jardín de infantes, en Belo Horizonte, nuestras tareas consistían en soñar, imaginar, colorear, diseñar y modelar en barro figuras extrañas, apilar cubos de madera que, sobrepuestos, se transformaban en casas, puentes, edificios y castillos; en línea recta se convertían en carreteras, líneas férreas y carrozas; y, puestos en círculos, plazas circenses, represas o lagos.

Esa mezcla de tacto, visión e imaginación organizaba mi mundo interior. Bastaban unos pocos pertrechos para que mis sentimientos encontraran expresión en los objetos manipulados o en las líneas de mis diseños. Al hacerlo adquiría una cierta distancia relacional: los pájaros hablan idiomas que sólo ellos entienden; los dragones, brujas y duendes que llenaban mi imaginario no eran personas como mis padres, ni cosas como los bloques de las carreteras, sino entidades espirituales, como Dios y los ángeles, con los que mantenía relaciones de temor, reverencia y fascinación.

Lo mejor de la infancia es el misterio. Llena al niño de una fuerza imponderable, superior a todas las realidades sensibles. El misterio seduce y, tejido de encantos, asusta o atrae al no mostrar el rostro ni pronunciar su nombre propio. Habita aquella zona de la imaginación infantil tan inexpugnable cuanto impronunciable. En ella las conexiones rompen límites y barreras, lo inconsciente se sobrepone a lo consciente, lo sobrenatural se confunde con lo natural, lo divino permea lo humano, y lo insólito, como dragones y piratas, es de una concretez que sólo la ceguera de los adultos es incapaz de comprender.

Los adultos deben mantenerse a distancia cuando el niño se encuentra sumergido en su universo onírico.  Él sabe que carga consigo un tesoro de percepciones que los ojos extraños no pueden descubrir. Recogido en un rincón, tumbado en su cama o saltando en compañía de sus iguales, deja fluir los seres virtuales que habitan su espíritu y con quienes establece un diálogo íntimo, libre de las ataduras de tiempo y espacio. Todo fluye dentro de él gracias a la ausencia de gravedad que le caracteriza.

Si un adulto interfiere se rompe el encanto. Todo se vuelve pesadamente aritmético, como si el ave, aprisionada en el suelo, quedase impedida incluso de soñar con el vuelo, reducida a los limitados movimientos de sus pasos.

Por tanta familiaridad con el misterio los niños son naturalmente religiosos, como si la naturaleza supiera quien se encuentra biológicamente más próximo a la fuente de la vida de percepciones holísticas contenidas en la vitalidad de las células, en la mecánica de las moléculas, en la identidad cuántica de los átomos, donde la materia y la energía son solamente caras de una única realidad.

Privar a un niño de sumergirse en el misterio es amputarle la infancia. Es mutilar su ser, abortando al niño para apresar, de forma cruel, la irrupción irreversible del adulto.

A la sonrisa le sucede la experiencia amarga de quien ya no logra mirar la vida como maravilla, dentro y fuera de sí. Aflora la inseguridad, denunciando carencias y haciéndolas vulnerables a los sueños químicos de las drogas, ya que lo mejor de la infancia fue destruido: sentirse un ser amado.

Frei Betto

martes, diciembre 11, 2012

La gran alegría para todo el pueblo


En la época navideña se asocia la alegría a fiestas y ofertas. Luces de múltiples colores, espectáculos pirotécnicos, árboles de Navidad, el marketing empresarial con las noches y días de compras donde se muestran cientos de productos a precios aparentemente bajos, el consumo sin freno, cenas, regalos, etc. anuncian la fecha. Pero ese tipo de alegría y celebraciones no solo suelen estar muy lejos del motivo primordial que revela el acontecimiento de la Navidad, sino que muchas veces lo ocultan, a tal grado que podemos olvidar o ignorar el sentido hondo de estas fiestas. Esto pasa con frecuencia y no parece que estemos haciendo algo significativo para revertirlo.

En este tema, como en otros sustanciales a la fe cristiana, se hace necesario volver a las fuentes. En el Evangelio de Lucas se habla de un mensajero de Dios (un ángel) que proclama la razón central de esta celebración. Bueno es recordarla con fuerza y pasión: “No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo: hoy en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, el Mesías, el Señor. Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 10-12).

El teólogo José Antonio Pagola, al comentar este pasaje bíblico, hace, al menos, tres consideraciones fundamentales. Primero, sostiene que en él se relata un acontecimiento popular (una alegría para todo el pueblo). Son unos pastores pobres, considerados en la sociedad judía como gente poco honrada, marginados por muchos como pecadores, los únicos que están despiertos para escuchar la noticia. Segundo, la buena nueva, causa de gran alegría, es que Dios ha entrado en nuestra vida; con Él podemos caminar hacia la superación de todo lo que nos deshumaniza y, por tanto, es posible vivir con esperanza. Dios comparte nuestra existencia, ya no estamos perdidos en nuestra inmensa soledad, ya no somos solitarios, sino solidarios. Él está con nosotros, nace para vivir Él mismo nuestra aventura humana.

Tercero, el cristiano no es un dios descarnado, lejano e inaccesible. Es Dios encarnado, próximo, cercano. Un Dios que contrasta con nuestros esquemas y moldes de pensamiento porque nosotros lo imaginamos fuerte y poderoso y Él se nos ofrece en la fragilidad de un niño débil, nacido en un pesebre (con sencillez y pobreza). Lo colocamos casi siempre en lo extraordinario y sorprendente, pero Él se nos presenta en lo cotidiano, en lo normal y ordinario. Lo imaginamos grande y lejano, y Él se nos hace pequeño y cercano. En suma, la Navidad, según Pagola, nos recuerda que la presencia de Dios no responde siempre a nuestras expectativas, pues se nos ofrece donde nosotros menos esperamos. No lo esperamos, por ejemplo, en cualquier ser indefenso y débil que necesita de nuestra acogida y hospitalidad.

En El Salvador, hay un lugar emblemático donde podemos encontrarlo en todo momento. Se trata del Hospital Divina Providencia, donde se atiende a enfermos de cáncer terminal. Este lugar es simbólico al menos por dos razones. En primer lugar, porque es un lugar fundado para que la esperanza de los enfermos pobres no se destruya; para que sus miedos e inseguridades no se pudran por dentro; para que sienta la cálida acogida del que es respetado en su dignidad personal; para acompañar en el itinerario que lleva a la muerte. Esto es, precisamente, lo que hacen las Carmelitas Misioneras de Santa Teresa de Jesús y el personal médico y paramédico de este centro que ofrece el calor de una compañía. Un hospital que funciona gracias a la Providencia que se hace presente en la solidaridad ciudadana. Ahora mismo, la radio de la UCA (YSUCA) ha lanzado una campaña de ayuda denominada “Solidaridad en Navidad”, para abastecer al Hospital de alimentos, sábanas, utensilios de limpieza y recursos económicos. Toda ayuda nunca estará de más para un centro que sirve a los más pobres y subsiste por la Providencia solidaria.

Pero este “hospitalito” -como se le conoce popularmente- es también lugar de martirio. Allí vivió monseñor Óscar Romero durante sus tres años como arzobispo. Campesinos, obreros, estudiantes, políticos, militares y figuras públicas lo visitaban en su pequeño apartamento, ubicado en la entrada del Hospital, para contarle sus penas, pedirle u ofrecerle ayuda, solicitar sus consejos, darle información. Según cuenta la hermana Luz Isabel Cueva, monseñor solía decir que su oficina estaba en el Seminario San José de la Montaña y que el Hospital era su Betania. Recordemos, de paso, que Betania representó para Jesús no solo un lugar geográfico, sino, ante todo, el lugar de hospitalidad, de encuentro con sus amigas Marta y María, y su amigo, Lázaro. Allí, Jesús experimentó el buen trato, la cordialidad y el diálogo franco. Similares cosas vivió monseñor en esta comunidad formada por enfermos y religiosas, y por eso la consideraba su Betania.

El hospitalito resultó también ser su Gólgota, esto es, el lugar de su martirio. El 24 de marzo de 1980, el arzobispo profeta fue asesinado cuando oficiaba la misa en la capilla del lugar. La presencia de ese Dios que ha querido encarnarse en lo humano, pues, se descubre hoy en los rostros humillados de tantos hombres y mujeres empobrecidos, enfermos, desempleados, migrantes, excluidos en razón de su sexo, raza o situación económica. Se descubre en el testimonio de los mártires que han llegado a compartir la cruz de Cristo hasta la entrega de su vida. En definitiva, la Navidad nos recuerda que Dios no está en contra ni al margen de nosotros, sino que se ha hecho solidario con nosotros para abrirnos un camino que nos lleve a constituirnos como familia humana animada por el amor. Y eso debe causarnos esperanza y una alegría grande.

Carlos Ayala Ramírez

martes, diciembre 04, 2012

Haz de mi Señor un instrumento de tu paz

"¡Estoy hecho un lío, Señor! (¿Me oyes? ¿Estás ahí? ¿Existes?)... No me entiendo. No me sé.

¡Con lo fácil que sería ser como todo el mundo, seguir el camino normal, tener más de un par de zapatos y, de vez en cuando, celebrar un cumpleaños...!

Pero desde el día que tuve el coraje de decirme a mí mismo que no creía en lo que estaba haciendo, todo se me tambalea; mi fortaleza está casi derruída, como esta iglesia. Ya no sé en lo que creo ni lo que quiero hacer.

¿Por qué no dejar que todo siga adelante, decir las mismas mentiras que nos repetimos unos a otros, poner mis alegrías en conseguir de vez en cuando el último CD del artista de moda...?

Ahora ya es imposible. Aunque quisiera ya no podría engañarme otra vez. Y aquí estoy yo hoy, que quiero vivir a tope y no a sorbos... y ni siquiera sé por donde empezar...

Estoy hecho un lío, Dios. Y tú, ¿me oyes? ¿existes?

Tú eres el dios de mi niñez. El dios de las primeras mentiras; el "dios te ve" que justificaba tanta ley hipócrita de los mayores; el dios que estaba contento si yo me fastidiaba y que lloraba cuando me masturbaba... (bueno, cuando menos eso me dijeron).

El dios que justifica las guerras, que sanciona las injusticias
sociales, que enseña la sumisión, el acatamiento; que amenaza con la condenación eterna si te atreves a pensar por ti mismo... El dios de una Iglesia que emplea sus mejores energías en ver cómo seguir manteniéndose en el poder; el dios en quien no puede creer nadie medianamente inteligente al llegar a cierta edad... ¡Yo, como aquel señor, no soy ateo: solamente pido cosas dignas de creerse!

Pero tú eres también el Dios que salva el sentido de todo lo que existe: desde el humilde tronquito con una sola hoja hasta los trillones de estrellas regadas como un chorro de leche por los firmamentos perdidos.

Tú eres el Dios existente sin que nadie pruebe tu existencia. Tú no eres un político interesado en aumentar el número de votos, ni te aterroriza, como a las iglesias, que disminuya el número de creyentes, porque para ti lo de creyentes o ateos es algo secundario: todos somos hijos predilectos tuyos, carne de tu carne viva de Creador, hermosas criaturas pensadas una a una desde mucho antes de que el Universo estallase de alegría una mañana, borracho de vida.

En ti creemos los hombres cuando nos sentimos vivos y a ti te estamos viendo cuando vemos el latido de la vida todo alrededor.

Tú hiciste al perro que me mira con ojos candorosos preguntándome si lo voy a sacar a la calle; tú inventaste la lluvia que mansamente cae sobre los tejados de tejas rojas; tuya fue la idea de hacer crecer flores allí donde nadie llegará nunca a verlas, sólo por el gusto de que la belleza fuera gratuita.

De ti, Dios, tenemos semejanza cuando la madre sale corriendo para evitar que su hijito cruce solo la carretera; de ti cuando el hombre, después de un día agotador de trabajo, encuentra a los amigos en el
bar; de ti cuando en la calle la prostituta te agradece que le des fuego, sin repugnancia y sin lástima paternalista...

¿Qué importa que unos te llamen Dios y a otros simplemente se les llenen los ojos de lágrimas? Aunque para muchos tú no existas, todo lo bueno se parece a ti.

Estoy hecho un lío, Dios. ¿qué tengo qué hacer para no desperdiciarme? ¿Por dónde diablos se va a la gran alegría? No es el momento de seguir preguntándome si existes tú, sino de decidir cómo voy a existir yo.

"PADRE" te llamaba Jesús de Nazareth, que pasó por la vida haciendo el bien. Hasta que le exprimieron la vida cuando apenas empezaba a ser hombre. Todo por decirles a los poderosos, a los que deciden lo que
está bien y lo que está mal, que lo suyo estaba mal. Unos pescadores, un empleado de banca y unas cuantas mujeres menuditas le quisieron hasta el grito y la persecución. Porque se quitaba del sueño para andar curando gente, animando a los derrotados y llenando las tardes de paz y de esperanzas buenas.

EL era feliz así. ¿por qué? ¿qué tenía de grande su vida corta, rodeado de la escoria y la podredumbre de un rincón del mundo donde ni siquiera llegaban los periódicos? ¿Quién le pinchó en las venas esa locura de vivir abriendo nuevos mercados al amor? ¿Es que a la cumbre de la vida se llega yendo hacia abajo?

Jesús responde que aprovecha la vida quien pone manos a la obra para que haya vida en abundancia; quien no deja pobre con miseria ni enfermo con dolor ni doliente sin cariño. Que se vive en plenitud cuando se dedica la vida a producir vida (como el humilde asno que saca todo el día cubos de agua con la noria) y luego dejarlo todo más vivo cuando ya tú terminas....

Creer en ti no significa saberse el credo, sino pasar haciendo el bien. Ser cristiano significa hacerlo todo nuevo.

Que así sea en mí. Que esta sea mi locura. Yo engancharé mi vida a la tuya, como la manguera a la fuente y plantaré en mis entrañas la semilla de tu inmortalidad.



Haz de mí, Señor, un creador de cosas vivas;
haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz.
Que donde haya odio, ponga yo amor;
donde haya ofensa, ponga perdón;
donde haya discordia, ponga unión;
donde haya error, ponga verdad;
donde haya duda, ponga confianza;
donde haya desesperación, ponga esperanza;
donde haya tinieblas, ponga luz,
y donde haya tristeza, ponga yo alegría.



Haz, en fin, Señor, que no me empeñe tanto en ser consolado, como en consolar;
en ser comprendido, como en comprender;
en ser amado, como en amar.
Porque dando es como se recibe,
olvidando es como se encuentra,
perdonando se es perdonado

y muriendo se resucita a la vida que no conoce fin.


Así rezó Francisco, el buenagente. Y cuando ya era casi de noche, cuando el silencio reposaba ya sobre cada piedra de aquella iglesita casi destruida el crucifijo de San Damián habló a Francisco y le dijo:

Francisco, ve y repara mi Iglesia, que como ves, amenaza ruina."

de "Oracion en San Damiano", del libro Francisco el Buenagente, de Cortés.