Una persona, un gesto, puede cambiarnos la vida. Pero así como
pueden cambiárnosla a nosotros, también pueden cambiársela a los
demás. Por eso es importante que siempre recordemos que somos
personas, y que somos dueños de nuestros gestos, y que al vivir en
un mundo de relación, en contacto con otras personas, nuestra propia
persona y nuestros gestos pueden cambiar la vida de los demás.
Pensemos simplemente en el valor de una sonrisa. Cuán diferente nos
sentimos cuando se nos recibe con una sonrisa en lugar de una mueca
o sólo con indiferencia. Qué distinto nos predispone la amabilidad,
una palabra cálida, un gesto de cariño, una caricia, un beso, una
manifestación de ternura. En cambio la grosería, el desprecio, la
indiferencia, el maltrato, pueden destruirnos.
Tratamos de ir por la vida sembrando amor y respeto; y debemos estar
concientes que no siempre recibiremos lo mismo. Pero eso no debe
hacer que nosotros cambiemos, porque entonces, estaríamos imitando
modelos que repudiamos. Si algo nos lastima tratemos de cambiarlo;
y si no podemos, apartémonos de ello. Pero no emulemos su accionar.
Recordemos que nuestras acciones pueden cambiar la vida de los
demás. Pensemos lo lindo que es cambiar la vida de los demás para
bien, para mejor. Lo bueno que es cambiar lágrimas por sonrisas,
tristeza por alegría, desprecio por consideración, odio por amor,
maldad por bondad. Siempre, lo mejor, es cambiar lo malo por lo
bueno.
Obremos de modo tal que, en nuestro paso por la vida de los demás,
sembremos sólo amor. Seguramente, cosecharemos más de lo que nos
podemos imaginar.
Uno puede ofrecerle sus ideas a otro como balas o como semillas.
Puede dispararlas, o sembrarlas; pegarle en la cabeza a la gente con
ellas, o plantarlas en sus corazones.
Las ideas usadas como balas matarán la inspiración y neutralizarán
la motivación. Usadas como semillas, echarán raíces, crecerán y se
volverán realidad en las vidas de quienes fueron plantadas.
El único riesgo de usarlas como semillas es que una vez que crecen y
se convierten en parte de aquellos en quienes fueron plantadas, es
probable que nunca te reconozcan el mérito de haberlas ideado. Pero
quién está dispuesto a darlo todo, recogerá una rica cosecha.
pueden cambiárnosla a nosotros, también pueden cambiársela a los
demás. Por eso es importante que siempre recordemos que somos
personas, y que somos dueños de nuestros gestos, y que al vivir en
un mundo de relación, en contacto con otras personas, nuestra propia
persona y nuestros gestos pueden cambiar la vida de los demás.
Pensemos simplemente en el valor de una sonrisa. Cuán diferente nos
sentimos cuando se nos recibe con una sonrisa en lugar de una mueca
o sólo con indiferencia. Qué distinto nos predispone la amabilidad,
una palabra cálida, un gesto de cariño, una caricia, un beso, una
manifestación de ternura. En cambio la grosería, el desprecio, la
indiferencia, el maltrato, pueden destruirnos.
Tratamos de ir por la vida sembrando amor y respeto; y debemos estar
concientes que no siempre recibiremos lo mismo. Pero eso no debe
hacer que nosotros cambiemos, porque entonces, estaríamos imitando
modelos que repudiamos. Si algo nos lastima tratemos de cambiarlo;
y si no podemos, apartémonos de ello. Pero no emulemos su accionar.
Recordemos que nuestras acciones pueden cambiar la vida de los
demás. Pensemos lo lindo que es cambiar la vida de los demás para
bien, para mejor. Lo bueno que es cambiar lágrimas por sonrisas,
tristeza por alegría, desprecio por consideración, odio por amor,
maldad por bondad. Siempre, lo mejor, es cambiar lo malo por lo
bueno.
Obremos de modo tal que, en nuestro paso por la vida de los demás,
sembremos sólo amor. Seguramente, cosecharemos más de lo que nos
podemos imaginar.
Uno puede ofrecerle sus ideas a otro como balas o como semillas.
Puede dispararlas, o sembrarlas; pegarle en la cabeza a la gente con
ellas, o plantarlas en sus corazones.
Las ideas usadas como balas matarán la inspiración y neutralizarán
la motivación. Usadas como semillas, echarán raíces, crecerán y se
volverán realidad en las vidas de quienes fueron plantadas.
El único riesgo de usarlas como semillas es que una vez que crecen y
se convierten en parte de aquellos en quienes fueron plantadas, es
probable que nunca te reconozcan el mérito de haberlas ideado. Pero
quién está dispuesto a darlo todo, recogerá una rica cosecha.
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