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miércoles, noviembre 17, 2010
Las 4 esposas
Había una vez un Rey que tenía cuatro esposas:
Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás; la adornaba con
ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas.
Sólo le daba lo mejor.
Amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos
vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.
También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y
siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada
vez que el Rey tenía un problema, recurría a ella para que le
ayudara a solucionar las situaciones difíciles.
La primera esposa del Rey era una compañera muy leal y había hecho
grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza, como el
reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa y
aunque ella le amaba profundamente, apenas él se fijaba en ella.
Un día, el Rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco
tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo y caviló: "Ahora tengo
cuatro esposas conmigo, pero cuando muera, estaré solo".
Buscó entonces a su cuarta esposa y le dijo:
- "Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores
vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo,
¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?"
- "Ni pensarlo", contestó su cuarta esposa y se alejó sin decir
más palabras.
Su respuesta penetró en el corazón del Rey como un cuchillo filoso.
Entristecido el monarca buscó a su tercera esposa y le dijo:
- "Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo,
¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?".
- "No", contestó su tercera esposa. "La vida es demasiado
buena. Cuando mueras, pienso volverme a casar".
El corazón del Rey experimentó una fuerte sacudida y se puso frío.
El Rey se dirigió a su segunda esposa y le dijo:
- "Siempre que he venido a ti por ayuda, siempre has estado para
mí. ¿Cuando muera, estarías dispuesta a seguirme y ser mi
compañía?".
- "Lo siento, no puedo ayudarte esta vez, contestó la segunda
esposa. Lo más que haré por ti es enterrarte".
Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al Rey.
Entonces escuchó una voz que le dijo:
- "Yo me iré contigo y te seguiré donde quiera que tú vayas".
El Rey dirigió la mirada en dirección a la voz y allí estaba su
primera esposa. Se veía tan delgada, sufría de desnutrición.
Profundamente afectado, el monarca dijo:
- "Debí haberte atendido mejor, cuando tuve la oportunidad de
hacerlo".
En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas:
Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo. No importa cuánto tiempo
y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando
muramos.
Nuestra tercera esposa son nuestras posesiones, condición social y
riqueza. Cuando muramos, irán a parar a otros.
Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos. No importa
cuánto nos hayan sido de apoyo a nosotros en la vida. Lo más que
podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro.
Y nuestra primera esposa es nuestra alma, frecuentemente ignorada
en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin
embargo, nuestra alma es la única que nos acompañará donde quiera
que vayamos. Así que cultívala, fortalécela y cuídala ahora que
estás vivo. Aliméntala con el amor de Dios.
"Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad,
mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos
a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios
que vive y permanece para siempre" 1 Pedro 1:22-23
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