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Jovenes por siempre, Carmelitas de Corazón, Creciendo juntos. Ecuador en la Mitad del Mundo
lunes, noviembre 29, 2010
Lo que no le dije a mi papá
Mi papá murió hace 3 años; partió amargado y solitario. Se fue de
la casa cuando yo tenía 14 años, alegando que quería vivir su propia
vida. Lo hizo a pesar de que no teníamos qué comer. Fue
alcohólico, aunque decía que podía dejar de tomar en cualquier
momento.
Nunca me abrazó porque según él, los hombres no se demuestran
ternura. No jugó conmigo ni con mis hermanos, porque eso es asunto
de mamás.
No sabía nada de mí, pero cuando yo cometía un error, era implacable
conmigo. Decía que trabajaba para su familia, sin embargo en la
práctica éramos la última de sus prioridades. Durante años lo
resentí. Marqué con ese rencor todas mis ilusiones e hice más
frustrantes mis desilusiones.
Un día me casé con una mujer maravillosa y me prometí que no iba a
ser como él. Pensaba que ser buen padre era tratar bien a los míos,
darles lo mejor que pudiera y estar con ellos cuando me necesitaran.
Un día le pregunté a mi esposa por qué mis hijos no me hacían caso a
mí, sino a ella. Quería averiguar por qué los niños no disfrutaban
estando conmigo.
- ¿Sabes? -me respondió.- Cuando estás con ellos lo haces más
porque es tu responsabilidad y no porque sea tu privilegio. Tus
hijos van a disfrutar de ti, sólo cuando tú disfrutes de ellos.
Me di cuenta que era tanto mi resentimiento y mi deseo de ser
diferente a mi papá, que me estaba pareciendo a él. Mi padre no
estaba en la casa por borracho y yo por responsable. Él era lejano
porque los niños eran cosa de mujeres y yo por que quería ser
estricto y educarlos bien.
Entonces comencé a descubrir las maravillas de pasar el tiempo con
mis hijos, a jugar con ellos, a integrarme a su vida. Dejé de
intentar que ellos fueran como yo esperaba, y empecé a apreciar más
lo que ellos eran. Me permití inspirarme con su alegría y
espontaneidad. Caí en cuenta de que yo podía crecer con ellos.
Ya no me esforzaba por ser el adulto que lo sabía todo, mas bien me
inclinaba a ser más la persona que quiere enseñar, pero que también
está dispuesta a aprender. Que no sólo sabe dar, sino que sabe
recibir.
Esto no ha sido fácil. Aún me descubro autoritario, lejano, rígido,
impulsivo. Entonces recuerdo que eso no es lo que soy y me abro de
nuevo al regalo de la vida, de los míos, de mi esposa y de mis hijos.
Hoy, celebro mi oportunidad de ser padre con los abrazos de mis
hijos, con los ejércitos de enanos que crean caos de fantasía, y
que rompen mis esquemas a punta de sonrisas e indolencias.
La infancia de mi padre fue más dura que la mía. A él le enseñaron
que la vida era una carga. Él fue para su padre una carga. No
conoció la ternura ni el apoyo, nadie se sintió orgulloso de él, y
él tampoco aprendió a sentirse orgulloso de sí mismo.
Papá, antes de que te fueras, hubiera querido decirte que para mí,
al igual que para ti, ser un niño no fue fácil. Pero es más difícil
ser adulto, si encadeno mi vida y la de los míos a los rencores y a
los fantasmas del pasado. Hoy quiero perdonarte, darte la libertad
en mi corazón de ser un buen padre, y reconocer que a tu manera
hiciste lo mejor que pudiste con tu vida. Sé que sentiste el dolor
de tus propios errores. No me será fácil convertir en ángeles mis
fantasmas, pero abriré con determinación las puertas de la
aceptación y la gratitud.
Papá, me siento orgulloso de ti, porque sin ti yo no sería lo que
soy, porque tu vida me ayudó a encontrar mi camino. Tu dolor me
ayudó a evitar el mío, tus cualidades florecen en mí y valoro como
un tesoro haberlas heredado de ti.
"El hijo sabio es la alegría de su padre; el hijo necio es el pesar
de su madre" Proverbios 10:1
"El padre del justo experimenta gran regocijo; quien tiene un hijo
sabio se solaza en él" Proverbios 23:24
"Disciplina a tu hijo, y te traerá tranquilidad; te dará muchas
satisfacciones" Proverbios 29:17
jueves, noviembre 25, 2010
Lo que hace falta pedir
Señor:
Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir
mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quites la felicidad.
Si me das fuerza, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a los demás
por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo,
y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo. Ni en la desesperación
si fracaso. Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia
que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más importante del fuerte, y que la
venganza es la señal primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza.
Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo faltara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente faltara conmigo, dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de Ti, Tú no te olvides de mí.
"Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a
vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento,
dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia,
piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.
Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán
estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro
Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista
muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus
antiguos pecados" 2 Pedro 1:5-9
miércoles, noviembre 24, 2010
Haciendo realidad los sueños
La madre de 26 años se quedó absorbida mirando a su hijo que moría
de leucemia terminal. Aunque su corazón estaba agobiado por la
tristeza, también ella tenía un fuerte sentido de determinación.
Como cualquier madre, deseaba que su hijo creciera y realizara todos
sus sueños. Pero ahora eso no era posible para su hijo. La
leucemia no se lo permitiría. Pero aún así, ella todavía quería que
los sueños de su hijo se realizaran. Ella tomó la mano de su hijo y
le preguntó:
- Billy, ¿alguna vez pensaste en lo que querías ser cuando
crecieras?, ¿Soñaste alguna vez o pensaste en lo que harías con tu
vida?.
- Mami, siempre quise ser un bombero cuando creciera.
La madre le sonrió y dijo:
- Veamos si podemos hacer realidad tu sueño.
Ese día, más tarde, ella se dirigió a la Estación de Bomberos de su
ciudad. Allí conoció al bombero Bob, un hombre con un corazón muy
grande. Ella le explicó el último deseo de su hijo de seis años y
le preguntó si era posible darle un paseo alrededor de la cuadra en
un camión bombero.
El bombero Bob le dijo:
- Mire, podemos hacer algo mejor que eso. Tenga a su hijo listo
mañana a las 7 de la mañana y lo haremos un "Bombero Honorario"
durante todo el día. Él puede venir con nosotros aquí a la
estación, comer con nosotros, y salir con nosotros cuando recibamos
llamadas de incendios. Y si usted nos da sus medidas, le
conseguiremos un verdadero uniforme de bombero, con un verdadero
sombrero que lleve el emblema de nuestra estación de bomberos. No
uno de juguete, sino el emblema amarillo que nosotros llevamos y sus
botas de hule.
Tres días más tarde el bombero Bob recogió a Billy, le puso su
uniforme de bombero y lo condujo desde la cama del hospital hasta el
carro de bomberos. Billy tuvo se sentó en la parte de atrás del
carro y ayudó a conducirlo de regreso a la estación. Se sentía como
en el cielo. Hubo tres llamadas ese día y Billy pudo salir en las
tres ocasiones, en tres carros diferentes. Fue en el microbús, en
el de paramédicos y también en el carro del jefe de bomberos.
También le tomaron vídeos para las noticias locales de televisión.
Habiendo hecho realidad su sueño y con todo el amor y la atención
que le fue dada, Billy fue tocado tan profundamente en su corazón,
que logró vivir tres meses más de lo que cualquier médico pensó que
viviría.
Una noche todas sus señales vitales comenzaron a decaer
dramáticamente y la jefe de enfermería, que creía en el concepto de
que nadie debe morir solo, comenzó a llamar a los miembros de la
familia para que vinieran al hospital. Luego recordó el día en que
Billy había pasado como si fuera un bombero, así que llamó al jefe
de la estación y le preguntó si era posible que enviara a
un "bombero" uniformado al hospital para que estuviera con Billy
mientras entregaba su alma.
El jefe de bomberos le dijo:
- Haremos algo mejor. Estaremos allí en cinco minutos. ¿Me hará
un favor? Cuando oigan las sirenas sonando y las luces
centelleando, ¿podría anunciar por los altoparlantes que no hay
ningún incendio, sino que es el departamento de bomberos que va a
ver a uno de sus más ilustres miembros una vez más?. Y por favor,
¿podría abrir la ventana de su cuarto?.
Como cinco minutos más tarde, el carro bombero llegó al hospital, y
extendió la escalera hasta el tercer piso donde estaba la ventana
abierta del cuarto de Billy. 16 bomberos subieron por ella y
entraron al cuarto. Cada uno de ellos lo abrazó y lo arrulló
diciéndole cuánto lo amaba. Con su aliento agonizante, Billy miró
al jefe de los bomberos y le dijo:
- Jefe, ¿soy verdaderamente un bombero ahora?
El Jefe le respondió:
- Sí, Billy, lo eres.
Con esas palabras, Billy sonrió y cerró sus ojos por última vez.
Los seres humanos necesitamos el amor
de Dios manifestado a través
de nuestros semejantes.
"Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las
manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron. Pero
Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis;
porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto
sobre ellos las manos, se fue de allí". Mateo 19:13-15.
martes, noviembre 23, 2010
El silencio de Dios
Cuenta una antigua leyenda, acerca de un hombre llamado Haakon,
quien cuidaba una Ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha
devoción. En esta ermita había una cruz muy antigua. Muchos
acudían ahí para pedirle a Cristo algún milagro. Un día, el
ermitaño Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento
generoso. Se arrodilló ante la cruz y dijo:
- Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero
reemplazarte en la cruz.
Y se quedó fijo con la mirada puesta en la cruz, como esperando la
respuesta. El Señor abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron
de lo alto, susurrantes y amonestadoras:
- Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición.
- ¿Cuál, Señor?, - preguntó con acento suplicante Haakon-. ¿Es
una condición difícil? Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, -
respondió el viejo ermitaño-.
- Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de
quedarte en silencio siempre.
Haakon contestó:
- ¡Te lo prometo, Señor! Y se efectuó el cambio.
Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño, colgado de
los clavos en la cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste
por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada.
Pero un día, llegó un rico. Después de haber orado, dejo allí
olvidada su cartera. Haakon lo vio y calló. No dijo nada cuando un
pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del
rico. Tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él, poco
después, para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.
Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa.
Al no hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El
rico se volvió al joven y le dijo iracundo:
- ¡Dame la bolsa que me has robado!
El joven sorprendido, replicó:
- ¡No he robado ninguna bolsa!
- ¡No mientas, devuélvemela enseguida!
- ¡Le repito que no he cogido ninguna bolsa! -afirmó el muchacho-.
El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte
que dijo:
- ¡Detente!
El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon,
que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, e
increpó al rico por la falsa acusación. Este quedó anonadado, y
salió de la ermita. El joven también salió porque tenía prisa para
emprender su viaje.
Cuando la ermita quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le
dijo:
- Baja de la cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has
sabido guardar silencio.
- Señor, -dijo Haakon- , ¿Cómo iba a permitir esa injusticia?
Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la cruz de nuevo y el
ermitaño se quedó ante la cruz. El Señor, siguió hablando:
- Tú no sabias que al rico le convenía perder la bolsa, pues
llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El
pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien
en llevárselo. En cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus
heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él
resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el
barco y él ha perdido la vida. Tu no sabías nada. Yo sí sé. Por
eso callo. Y el señor nuevamente guardó silencio.
Muchas veces nos preguntamos: ¿Por qué razón Dios no nos contesta?
¿Por qué razón se queda callado? Muchos de nosotros quisiéramos que
Él nos respondiera lo que deseamos oír. Pero, Dios no es así. Dios
nos responde aún con el silencio. Debemos aprender a escucharlo.
Su divino silencio, son palabras destinadas a convencernos de que Él
sabe lo que está haciendo. En su silencio Él nos dice con amor:
- ¡Confiad en Mí, que Yo sé muy bien lo que debo hacer!
"Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que
llama, se le abrirá" Mateo 7:7-8
lunes, noviembre 22, 2010
Promesas de Dios
Cuando estés triste; yo secaré tus lágrimas.
Cuando tengas miedo; yo disiparé tus temores.
Cuando estés preocupado; yo te daré esperanzas.
Cuando estés confundido; yo te ayudaré a discernir.
Y cuando estés perdido, y no puedas ver la luz; Yo seré tu guía
brillando tan fuerte como nunca.
Cuando te parezca que nadie se preocupa por ti y que no puedes
encontrar amor; es el momento de echarte en mis brazos y encontrar
paz.
Cuando te desalientes y consideres que eres una calamidad; pon los
ojos en mi espléndida faz y contempla mi sonrisa. Recuerda que te
amo tal cual eres.
Cuando te desasosiegues o te contraríes, acude a Mí; Yo seré tu
compañero ideal. No creas que nadie entiende las dificultades que
atraviesas. No es cierto: Yo siempre te comprendo. Tengo gran
interés por saber de ellas. Anhelo remediarlas. Es entonces cuando
debes acudir a Mí y desahogarme tus conflictos, tus inquietudes,
pesares y desazones.
Yo te daré soluciones que disiparán toda esa ansiedad.
"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de
aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni
la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente,
ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús
Señor nuestro". Romanos 8:35-39
Cuando tengas miedo; yo disiparé tus temores.
Cuando estés preocupado; yo te daré esperanzas.
Cuando estés confundido; yo te ayudaré a discernir.
Y cuando estés perdido, y no puedas ver la luz; Yo seré tu guía
brillando tan fuerte como nunca.
Cuando te parezca que nadie se preocupa por ti y que no puedes
encontrar amor; es el momento de echarte en mis brazos y encontrar
paz.
Cuando te desalientes y consideres que eres una calamidad; pon los
ojos en mi espléndida faz y contempla mi sonrisa. Recuerda que te
amo tal cual eres.
Cuando te desasosiegues o te contraríes, acude a Mí; Yo seré tu
compañero ideal. No creas que nadie entiende las dificultades que
atraviesas. No es cierto: Yo siempre te comprendo. Tengo gran
interés por saber de ellas. Anhelo remediarlas. Es entonces cuando
debes acudir a Mí y desahogarme tus conflictos, tus inquietudes,
pesares y desazones.
Yo te daré soluciones que disiparán toda esa ansiedad.
"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;
somos contados como ovejas de matadero.
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de
aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni
la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente,
ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa
creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús
Señor nuestro". Romanos 8:35-39
jueves, noviembre 18, 2010
La Muerte... estamos preparados?
Recuerdo a un joven no mayor de 18 años a quien vi por última vez,
el día que sepultaron a su abuela; él estaba ayudando a descender el
ataúd a la fosa. Estoy segura que él jamás imaginó que ocho días
después, su cuerpo inerte estaría bajo el mismo procedimiento.
Seguramente tú también tienes recuerdos de este tipo entre tus
conocidos y familiares. Estas personas que ya no están entre
nosotros, es muy probable que el mismo día que murieron a alguien le
dijeron: "nos vemos mañana" o "regreso en un rato". En ningún
momento imaginaron que iban a morir.
Con esto debemos entender que la muerte no respeta edad, raza,
religión, sexo, estado de salud, etc.. Es perfectamente claro que
el único requisito indispensable para morir, es estar vivo, así que
tanto tú como yo, estamos expuestos a morir en cualquier momento;
por tanto vale la pena hacernos esta pregunta: "¿estoy preparado
para morir?".
Los seres humanos regularmente preparamos el camino para quienes han
de nacer: se prepara la cuna, la ropa del bebé, se celebra a la
futura mamá, se le espera con mucha alegría e impaciencia, con
cuidado se le busca el nombre, y se tienen todo tipo de atenciones
para ese nuevo ser. Así que podemos decir que de alguna manera "nos
preparamos para un nacimiento", sin embargo, en su mayoría los seres
humanos no nos preparamos para morir.
La muerte es un proceso natural de todo ser vivo, se dice que de lo
único que podemos estar seguros los seres vivos cuando nacemos, es
que algún día tendremos que morir. No obstante esto, el sentimiento
de dolor y de tristeza en quienes continúan viviendo se hace
presente, ya que en gran medida, no han sido educados sobre este
tema, tienen incertidumbre en cuanto al destino de esos seres. En
este punto de la reflexión es fundamental comprender que el ser
humano es lo que no se ve.
El cuerpo es el estuche que Dios nos puso, el alma es la
manifestación carnal del cuerpo en sentimientos y emociones, y
espíritu es tu verdadero ser que proviene de Dios, por lo tanto, el
más importante porque ese es eterno, Él nos hizo así. Esa parte es
indestructible para vivir eternamente, de tal suerte que nuestro
paso por la tierra es efímero, es nada comparado con la eternidad.
Concluimos entonces que la muerte (física) es el regreso a casa de
tu verdadera existencia, y así como hay alegría cuando naces aquí en
la tierra, hay gozo en el paraíso cuando vuelves a tu origen.
El dolor que sientes por alguien que se va es almático (sentimiento
y emoción), es una manifestación de la carne que está en el cuerpo,
es cuestión de costumbre y no debes anidarlo por mucho tiempo, mas
bien gózate porque la muerte es el sello (la visa) para viajar a la
presencia de Dios, estado tan maravilloso que la constancia está en
que nadie regresa. Si no fuese tan bello, la gente haría maleta
para volver a la tierra.
"Pues si por la transgresión de un solo hombre (Adán) reinó la
muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el
don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre,
Jesucristo. Por tanto, así como una sola transgresión causó la
condenación de todos, también un solo acto de justicia produjo la
justificación que da vida a todos. Porque así como por la
desobediencia de uno solo muchos fueron constituidos pecadores,
también por la obediencia de uno solo muchos serán constituidos
justos" Romanos 5:17-19
miércoles, noviembre 17, 2010
Las 4 esposas
Había una vez un Rey que tenía cuatro esposas:
Él amaba a su cuarta esposa más que a las demás; la adornaba con
ricas vestiduras y la complacía con las delicadezas más finas.
Sólo le daba lo mejor.
Amaba mucho a su tercera esposa y siempre la exhibía en los reinos
vecinos. Sin embargo, temía que algún día ella se fuera con otro.
También amaba a su segunda esposa. Ella era su confidente y
siempre se mostraba bondadosa, considerada y paciente con él. Cada
vez que el Rey tenía un problema, recurría a ella para que le
ayudara a solucionar las situaciones difíciles.
La primera esposa del Rey era una compañera muy leal y había hecho
grandes contribuciones para mantener tanto la riqueza, como el
reino del monarca. Sin embargo, él no amaba a su primera esposa y
aunque ella le amaba profundamente, apenas él se fijaba en ella.
Un día, el Rey enfermó y se dio cuenta de que le quedaba poco
tiempo. Pensó acerca de su vida de lujo y caviló: "Ahora tengo
cuatro esposas conmigo, pero cuando muera, estaré solo".
Buscó entonces a su cuarta esposa y le dijo:
- "Te he amado más que a las demás, te he dotado con las mejores
vestimentas y te he cuidado con esmero. Ahora que estoy muriendo,
¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?"
- "Ni pensarlo", contestó su cuarta esposa y se alejó sin decir
más palabras.
Su respuesta penetró en el corazón del Rey como un cuchillo filoso.
Entristecido el monarca buscó a su tercera esposa y le dijo:
- "Te he amado toda mi vida. Ahora que estoy muriendo,
¿estarías dispuesta a seguirme y ser mi compañía?".
- "No", contestó su tercera esposa. "La vida es demasiado
buena. Cuando mueras, pienso volverme a casar".
El corazón del Rey experimentó una fuerte sacudida y se puso frío.
El Rey se dirigió a su segunda esposa y le dijo:
- "Siempre que he venido a ti por ayuda, siempre has estado para
mí. ¿Cuando muera, estarías dispuesta a seguirme y ser mi
compañía?".
- "Lo siento, no puedo ayudarte esta vez, contestó la segunda
esposa. Lo más que haré por ti es enterrarte".
Su respuesta vino como un relámpago estruendoso que devastó al Rey.
Entonces escuchó una voz que le dijo:
- "Yo me iré contigo y te seguiré donde quiera que tú vayas".
El Rey dirigió la mirada en dirección a la voz y allí estaba su
primera esposa. Se veía tan delgada, sufría de desnutrición.
Profundamente afectado, el monarca dijo:
- "Debí haberte atendido mejor, cuando tuve la oportunidad de
hacerlo".
En realidad, todos tenemos cuatro esposas en nuestras vidas:
Nuestra cuarta esposa es nuestro cuerpo. No importa cuánto tiempo
y esfuerzo invirtamos en hacerlo lucir bien, nos dejará cuando
muramos.
Nuestra tercera esposa son nuestras posesiones, condición social y
riqueza. Cuando muramos, irán a parar a otros.
Nuestra segunda esposa es nuestra familia y amigos. No importa
cuánto nos hayan sido de apoyo a nosotros en la vida. Lo más que
podrán hacer es acompañarnos hasta el sepulcro.
Y nuestra primera esposa es nuestra alma, frecuentemente ignorada
en la búsqueda de la fortuna, el poder y los placeres del ego. Sin
embargo, nuestra alma es la única que nos acompañará donde quiera
que vayamos. Así que cultívala, fortalécela y cuídala ahora que
estás vivo. Aliméntala con el amor de Dios.
"Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad,
mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos
a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios
que vive y permanece para siempre" 1 Pedro 1:22-23
martes, noviembre 16, 2010
¿Qué es riqueza?
A dos grupos de personas se les hizo la siguiente pregunta: ¿Qué es
riqueza?
El grupo número 1 contestó de la siguiente manera:
Arquitecto:
- Tener proyectos que me permitan ganar mucho dinero.
Ingeniero:
- Desarrollar sistemas que sean útiles y muy bien pagados.
Abogado:
- Tener muchos casos que dejen buenas ganancias y tener un BMW.
Médico:
- Tener muchos pacientes y poder comprar una casa grande y bonita.
Gerente:
- Tener la empresa en niveles de ganancia altos y crecientes.
Atleta:
- Ganar fama y reconocimiento mundial, para estar bien pagado.
El grupo número 2 contestó lo siguiente:
Preso de por vida:
- Caminar libre por las calles.
Ciego:
- Ver la luz del sol y a la gente que quiero.
Sordo:
- Escuchar el sonido del viento y cuando me hablan.
Mudo:
- Poder decir a las personas cuánto las amo.
Inválido:
- Correr en una mañana soleada.
Persona con una enfermedad terminal:
- Poder vivir un día más.
Huérfano:
- Poder tener a mi mamá, mi papá, mis hermanos, y mi familia.
No midas tu riqueza por el dinero que tienes, mide tu riqueza por
aquellas cosas que no cambiarías por dinero.
"Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta:
anda, vende todo lo que tienes, y daselo a los pobres, y tendrás
un tesoro en el cielo; y luego ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él,
afligido por estas palabras, se fue triste, porque tenía muchas
posesiones. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus
discípulos:... ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los
que confían en las riquezas! Más fácil es pasar un camello por el
ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios". Marcos
10:21-25
lunes, noviembre 15, 2010
Un hombre rico
Cuando era chico, recuerdo que un amigo de mi padre, Bernie, era un
próspero mayorista de fruta y verduras, y todos los veranos, cuando
llegaban las primeras sandías, Bernie nos llamaba. Papá y yo íbamos
al depósito de Bernie ubicado junto a la playa, y nos sentábamos en
el borde del muelle, con los pies colgando. Bernie traía su
machete, abría nuestra primera sandía, nos alcanzaba a ambos un gran
pedazo y se sentaba junto a nosotros. Entonces enterrábamos la cara
en la sandía, comíamos sólo el corazón -la parte más roja, jugosa,
firme, y libre de semillas- y tirábamos el resto.
Bernie era lo que mi padre consideraba un hombre rico. Siempre
pensé que se debía a que era un hombre de negocios de mucho éxito.
Años después, me di cuenta de que aquello que mi padre admiraba en
la riqueza de Bernie era que éste sabía cuándo dejar de trabajar,
reunirse con amigos y comer sólo el corazón de la sandía.
Lo que aprendí de Bernie es que ser rico es un estado de ánimo.
Algunos de nosotros, al margen de cuánto dinero tengamos, nunca
seremos lo bastante libres como para comer sólo el corazón de la
sandía. Otros son ricos sin tener más que un cheque de su salario
por delante. Si uno no se toma el tiempo para dejar que los pies
cuelguen sobre el muelle y disfrutar de los pequeños placeres, su
carrera probablemente será abrumadora.
Durante muchos años, me olvidé de esa lección que aprendí de chico
en el muelle de carga. Estaba demasiado ocupado haciendo todo el
dinero que podía. Bueno, la volví a aprender. Tengo tiempo para
alegrarme con los éxitos de los demás y para disfrutar del día. Ése
es el corazón de la sandía. He aprendido a arrojar el resto. ¡Por
fin soy un hombre rico!
"Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y
amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y a las riquezas" Mateo 6:24
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