La predicación del Bautista sacudió la conciencia de
muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo
que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios,
prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta
pregunta: ¿Qué podemos hacer?
El Bautista tiene las ideas muy claras. No les
propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se
queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos
preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los
necesitados (Lc 3, 10-18).
No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones
profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume
todo en una fórmula genial: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo”. Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?
Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo
que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra
pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de
la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que
se está generando de manera injusta entre nosotros.
No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de “empobrecernos”
poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para
compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no
necesitamos para vivir.
Podemos estar especialmente atentos a quienes han
caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados, privados
de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno…
Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo
en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.
Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar
iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de
desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de
personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales,
gestión de posibles ayudas…
La crisis va a ser larga. En los próximos años se nos
va a ofrecer la oportunidad de humanizar nuestro consumismo alocado,
hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en
solidaridad práctica, contribuir a denunciar la falta de compasión en la
gestión de la crisis… Será nuestra manera de acoger con más verdad a
Cristo en nuestras vidas.
José Antonio Pagola
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