Jovenes por siempre, Carmelitas de Corazón, Creciendo juntos. Ecuador en la Mitad del Mundo

sábado, febrero 05, 2011

Alguien me enseño


A ser consciente del privilegio de la vida.
A responder con ello a los talentos que Dios me ha dado.
A ser feliz, siendo yo mismo(a) conforme a mi vocación y a mis
sueños.
A tener el coraje de ser libre para elegir mis caminos, venciendo
mis temores y asumiendo las consecuencias de mis actos.
A tener alegría para construir mi felicidad.
A tener éxitos, pero también fracasos, que me recuerden mi condición
humana, la grandeza de Dios y el peligro de la soberbia.
A sentirme completo, a amarme y a reconocer que soy único(a),
irrepetible e irremplazable, y que valgo por lo que soy, no por lo
que tengo.
A tener la capacidad de gobernarme.
A querer el presente, elegir el futuro y trabajar para conseguirlo.
A recordar el pasado, pero no vivir en el ayer; a soñar en el futuro
sin despreciar el presente.
A perdonarme mis errores, mis culpas y mis caídas.
A tener el suficiente valor para pedir perdón y a perdonar a otros,
olvidándome de los rencores.
A renacer cada día.
A sentir que Dios vive en mí y agradecerle su infinito amor, su
entrega incondicional y su presencia.
A dejar de sobrevivir y atreverme a vivir.
A ser completo(a), no sustituto(a), menos objeto, a saber querer,
saber decir sí pero también no.
A hacer de cada día, un día especial para los demás y para mí.
A entender que, al igual que otros(as), se puede ser buen(a) hijo
(a), hermano(a), esposo(a), guía y amigo(a).

"Por esto, ya que por la misericordia de Dios tenemos este
ministerio, no nos desanimemos. Más bien, hemos renunciado a todo
lo vergonzoso que se hace a escondidas; no actuamos con engaño ni
torcemos la palabra de Dios. Al contrario, mediante la clara
exposición de la verdad, nos recomendamos a toda conciencia humana
en la presencia de Dios. Pero si nuestro evangelio está encubierto,
lo está para los que se pierden. El dios de este mundo ha cegado la
mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso
evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios. No nos
predicamos a nosotros mismos sino a Jesucristo como Señor; nosotros
no somos más que servidores de ustedes por causa de Jesús. Porque
Dios, que ordenó que la luz resplandeciera en las tinieblas, hizo
brillar su luz en nuestro corazón pra que conociéramos la gloria de
Dios que resplandece en el rostro de Cristo. Pero tenemos este
tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder
viene de Dios y no de nosotros. Nos vemos atribulados en todo, pero
no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no
abandonados; derribados, pero no destruidos. Donde quiera que
vamos, siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para
que también su vida se manifieste en nuestro cuerpo" 2 Corintios 4:1-
10.

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