En el discurso de Jesús en la sinagoga, Jesús, se dirige, en primer lugar a los pobres. Y Lucas habla de los “pobres reales”.
“El Espíritu del Señor está sobre mí, Él me ha ungido para traer la Buena Nueva a los pobres”.
La Buena Nueva que Jesús trae es precisamente la que esperaba el pueblo, que vivía, en su propia carne, la marginación, discriminación y la opresión. Es para este mundo de los que sufren todo tipo de pobreza. Es la Buena Nueva, que Cristo viene a establecer, el Reino de justicia, de amor y fraternidad solidaria. Y las señales de esta venida son muy claras, que motivan la respuesta de Jesús, a los enviados del Bautista: “Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son purificados, los sordos oyen, los muertos resucitan, se anuncia la Buena Nueva a los pobres” (Lc 7, 22 – 23).
La Buena Nueva, significa, que Jesús le da a los pobres y oprimidos la esperanza real de salir de sus opresiones, servidumbres, esperanza real de liberarse.
Referente a lo mismo:
“Ese pueblo agobiado por el pecado personal y el dolor, esperaba la liberación que Jesús promete. En medio de ese pueblo, Jesús anuncia: ‘Se ha cumplido el tiempo; el Reino de Dios está cercano; conviértanse y crean en el Evangelio’ (Mc 1, 15). Jesús, ungido por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio a los pobres, para proclamar la libertad a los cautivos, la recuperación de la vista a los ciegos y la libertad a los oprimidos nos ha entregado en las Bienaventuranzas y el Sermón de la Montaña la gran proclamación de la nueva ley del Reino de Dios” (Puebla 190).
“A la palabras Jesús unió los hechos: acciones maravillosas y actitudes sorprendentes que muestran que El Reino anunciado ya está presente, que Él es el signo eficaz de la nueva presencia de Dios en la historia, que es el portador del poder transformante de Dios, que su presencia desenmascara al maligno, que el amor de Dios redime al mundo y alborea ya un hombre nuevo en un mundo nuevo” (Puebla 191).
“La opción preferencial por los pobres tiene como objetivo el anuncio de Cristo Salvador que los iluminará sobre su dignidad, los ayudará en sus esfuerzos de liberación de todas las carencias y los llevará a la comunión con el Padre y los hermanos, mediante la vivencia de la pobreza evangélica. ‘Jesucristo vino a compartir nuestra condición humana con sus sufrimientos, sus dificultades, su muerte. Antes de transformar la existencia cotidiana, Él supo hablar al corazón de los pobres, liberarlos del pecado, abrir sus ojos a un horizonte de luz y colmarlos de alegría y esperanza. Lo mismo hace hoy Jesucristo. Está presente en vuestras Iglesias, en vuestras familias, en vuestros corazones’ (Juan Pablo II, AAS 71 p. 244)” (Puebla 1153).
También, diremos con Mateo, que la Buena Nueva, es para los pobres de espíritu. Es una disposición de alma y corazón para recibir el Evangelio: ser pobre de alma y corazón. El que no tiene esta disposición nunca entenderá la opción preferencial por los “pobres reales”, y seguirá creyendo que todo depende de la meritocracia, tan propia de la economía neoliberal. Economía y sistema, que para bajar el perfil a los “pobres reales abusados”, los llama “vulnerables”.
Se trata de desprendimiento, entrega y compromiso de amor, expresado en el servicio de los pobres y sufrientes.
La Buena Nueva puede convertir a pobres y ricos, a condición de que entren en esta pobreza de espíritu proclamada por Jesús en las Bienaventuranzas.
“Para el cristianismo, el término ‘pobreza’ no es solamente expresión de privación y marginación de las que debamos liberarnos. Designa también un modelo de vida que ya aflora en el Antiguo Testamento en el tipo de los ‘pobres de Yahvé’ y vivido y proclamado por Jesús como Bienaventuranza. San Pablo concretó esta enseñanza diciendo que la actitud del cristiano debe ser la del que usa de los bienes de este mundo (cuyas estructuras son transitorias) sin absolutizarlas, pues son solo medios para llegar al Reino. Este modelo de vida pobre se exige en el Evangelio a todos los creyentes en Cristo y por eso podemos llamarlo ‘pobreza evangélica’” (Puebla 1148).
La Buena Nueva de Jesús nos libera de toda servidumbre: de servidumbres interiores, de nuestros pecados, que nos enceguecen, poniéndonos egoístas ante el clamor de los “pobres reales”. Pero, también la Buena Nueva nos libera de servidumbres externas, las que nos deshumanizan y nos dificultan vivir el ideal evangélico. Estas servidumbres externas son la injusticia social, la miseria, las opresiones, la idolatría del dinero y del poder y la idolatría del sexo.
Entonces se trata de una Buena nueva que busca una liberación integral. Y Jesús es esa Buena Nueva.
Pero, quiero concluir, con algo que siempre se nos pregunta: ¿Por qué esta Buena Nueva proclamada por Jesús no se ha cumplido o no se está cumpliendo? Siempre hay pobres y oprimidos víctimas de injusticias, y no hay más fraternidad solidaria, hay pecados y servidumbres, hay religiosos sin “pobreza evangélica” hay una Iglesia siempre criticada como rica y poderosa.
Preguntarnos sobre esto es preguntarnos por la eficacia del cristianismo. Cristo no vino a hacerlo todo, ni menos a hacerlo solo. Él vino a restablecer el Reino de Dios, pero sólo hizo una inauguración, dejándonos a nosotros el trabajo de realizar y construir el Reino. Jesús nos necesita y nos ha elegido como constructores del Reino, desde ya, aquí y ahora.
Constatar las injusticias y el “pecado social”, es constatar que existen realmente en nuestro mundo, y nos debe llevar a reconocer que hemos hecho mal el trabajo encomendado; constatar la falta de fraternidad y el egoísmo, es constatar que los cristianos no estamos irradiando ni promoviendo amor y fraternidad.
Esta pregunta y esta falta de respuesta, en nuestros días, nos corresponde una responsabilidad a todos en la Iglesia: sacerdotes, religiosos (as), laicos y jerarquía.
Para no quedarnos en palabras solas, como el “padre Gatica que predica y no practica”, debemos convertirnos radicalmente: debemos vivir, realizar y hacer obras, la Buena Nueva: vivir como Jesús.
Los pobres no pueden esperar.
Eugenio Pizarro Poblete