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jueves, abril 20, 2006

La Dolorosa del Colegio -El milagro de 100 años de Amor-

LA DOLOROSA DEL COLEGIO
Eran las 20:00 del viernes de 20 de abril de 1906. En el comedor del antiguo colegio San Gabriel, ubicado en la calle Benalcazar y Espejo, en el centro histórico de Quito, 35 niños internos del colegio se hallaban terminando la cena, cuando ingresó al comedor el padre prefecto Andrés Roesch -de nacionalidad francesa-, concedió un Deo gratias es decir permiso para que los niños hablaran entre sí. Les contó que hace poco había sucedido en San Francisco de California un terremoto, lo que dio lugar para que los alumnos reflexionaran y entablaran una conversación acerca de la Virgen.

Uno de ellos, Jaime Chávez, de 11 años, alzó los ojos hacia la oleografía de la Virgen de los Dolores, colgada en la pared y, con asombro, vio que la imagen cerraba y abría los ojos. Lleno de espanto, se tapó los ojos con las manos y avisó a su vecino Carlos Hermann, quien noto igualmente el parpadeo. Los niños se arrodillaron entre la mesa y la banca y rezaron un Padre Nuestro y una Ave María. En seguida llamaron a otro y a otro hasta que uno de ellos llamó al padre Roesch y al hermano Luis Alberdi, quien al constatar el hecho llamó la atención de Roesch: "¡Venga padre, esto es un prodigio!".

El prefecto se había negado diciendo que se dejaran de dislates, creyendo que era una ilusión de los niños, pero al ver la insistencia de los infantes y de Alberdi, se acercó a la mesa que se encontraba más cerca de la imagen, resuelto a desvanecer la idea. Se cercioró de que las lámparas eléctricas no se estuviesen moviendo o si algún rayo reflejarse en la efigie. Nada de esto apareció.

El prefecto, incrédulo, clavó los ojos en la imagen de la Virgen y observó que cerraba los párpados con lentitud, pero no creyendo que era cierto, se apartó del lugar. El cuerpo se le heló al confirmar que nada era parte de la imaginación, que todo era real, ¡la imagen de la Virgen estaba papadeando! Cuando esto sucedía, todos los niños que miraban el hecho clamaban a una sola voz "¡ahora cierra!, ¡ahora abre! ¡ahora cierra! ¡ahora el izquierdo!", pero notaron que a veces cerraba el ojo izquierdo solamente o al menos con mayor claridad que el derecho.

El hecho se repitió durante 15 minutos aproximadamente, es decir nadie supo exactamente cuánto tardó. Los religiosos reprimieron las emociones de los niños y prefirieron el silencio momentáneo de lo sucedido, creyendo que los muchos testimonios de todos los que habían presenciado el hecho bastarían para afirmarlo sólidamente cuando llegase la hora.

Y la hora llegó cuando la Arquidiósesis Metropolitana, dirigida por el vicario general Ulpiano Pérez hizo las averiguaciones de rigor y comprobó el hecho extraordinario.

Tomado del Diario el Comercio 20/Abril/2006

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