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En 1985 el papa Juan Pablo II reconoció a Leonidas Proaño como el Obispo de los Indios. |
EL OBISPO DE
LOS INDÍOS.- Nació el 29 de Enero de
1910 en la parroquia San Antonio de Ibarra. Hijo legítimo
de Agustín Proaño Recalde, hombre honesto,
trabajador y de gran entereza de ánimo y de
Zoila Villalba, ambos eran tejedores de sombreros
de paja toquilla en un taller propio.
Tres hermanos nacidos antes
que él murieron tempranamente y desde sus primeros
años aprendió el oficio de sus mayores,
sentado horas y horas, cruzando pajas, le dolía
la espalda.
En 1917 comenzó la primaria
en la escuela fiscal Juan Montalvo y cuando aprendió
a leer corrientemente, sus padres pusieron en sus
manos una Historia Sagrada bastante voluminosa, con
estampas y dibujos.
Una tarde el Párroco
les visitó y después de conversar sobre
temas indiferentes, preguntó ¿qué
piensan hacer con su hijo el próximo año?
El niño respondió que quería
ser pintor; pero, el Párroco, tomando un aire
de severidad exclamó; “Tienen que ponerlo
en el Seminario".
En Octubre de 1925, acompañado
de sus padres y algunos familiares, fue matriculado
como alumno externo en el Seminario de San Diego de
Ibarra y su madre se trasladó a esa población,
alquilando un cuarto, para atenderlo.
En 1929 se graduó de
Bachiller y pasó al Seminario Mayor de Quito
a profundizar sus estudios de Filosofía y encaminarse
hacia el sacerdocio. Era algo tímido y reservado,
ocasionalmente escribía en prosa y verso sobre
temas tan profundos como la noche, leía largas
horas en las Bibliotecas o con libros prestados, no
había dejado a un lado su afición a
la pintura y empezaba a conocer la Filosofía
a través de las obras de Olé Leprune,
Ernesto Helio y el padre Graty.
De 19 años comenzó a usar lentes y se
interesó en las Ciencias Sociales y en la Teología
Dogmática. También le agradaban los
deportes y juegos, practicaba el fútbol y las
excursiones a pie, así como el andinismo.
De 20 años formó
durante las vacaciones en su pueblo a un grupo de
jóvenes, para dictarles los domingos de noche
charlas de carácter social y cultural. Esas
charlas se prolongaron por años.
En el Seminario Mayor publicó
la revista "Excelsior", primero a mano,
luego en mimeógrafo y finalmente por la imprenta.
En 1935 falleció su
padre. El 36 recibió la ordenación sacerdotal
y por disposición del Obispo de Ibarra fue
destinado con tres compañeros a las clases
de Literatura en el Seminario Menor y en el Colegio
católico Sánchez Cifuentes y como sintieran
la necesidad de reunirse y andar juntos para dialogar,
el pueblo les puso "El Cuadrilátero".
De allí nació el deseo de organizar
la Acción Católica en sus cuatro ramas
en Imbabura y el Carchi, con el tiempo realizaron
reuniones, concentraciones, hasta congresos, impulsaron
la Juventud Obrera Católica JOC.
Proaño colaboró
con el padre Carlos Suárez Veintimilla bajo
la dirección del Deán de la Catedral,
Elías Liborio Madera. Al mismo tiempo trabajaba
de Capellán de la escuela de los Hermanos Cristianos
en Ibarra y editó para sus alumnos un periodiquito
infantil titulado "Granitos de Trigo" que
alcanzó un tiraje de 3.000 ejemplares.
En 1942 los miembros del Cuadrilátero
fundaron la librería "José Cardijn",
así llamada en honor del fundador de la JOC
en Europa, importaron libros de la Editorial Difusión
de Buenos Aires, vendieron papel y demás útiles
de oficina. También adquirieron una pequeña
imprenta de segunda mano en Quito, donde publicaron
en Mayo el periódico "La Verdad"
en solo 300 ejemplares, que se convirtió en
diario y donde sobresalió por sus dotes organizativas,
pues a más de constante era inteligente y cuidadoso,
así como afable en la vida pastoral. Quizá
por todo ello sumado a su conducta irreprensible,
cuando en 1954 se tuvo que designar un Obispo para
la Diócesis de Riobamba, Pío XII le
escogió entre varios candidatos, recibiendo
la ordenación episcopal de manos del Obispo
de Ibarra, César Antonio Mosquera Corral.
En Riobamba encontró
gravísimas dificultades. La gran masa indígena
empobrecida y analfabeta había sido abandonada
por la iglesia y el estado y se hallaba en un total
atraso, vivían entre el alcoholismo y la miseria
fruto de la explotación de los terratenientes.
(1).
Proaño jamás
había esperado encontrar un panorama tan sombrío;
pues, enseñado como estaba al indigenado de
Imbabura que siempre ha tenido un status superior
al del resto de la República, pensó
hallar algo parecido.
Así pues, revestido
de valor, realizó continuas visitas pastorales,
muchas de ellas largas, sin dejar de conocer un solo
lugar de su Diócesis y sin amilanarse ante
la magnitud de esa tragedia. Por eso nunca quizo tener
Palacio Episcopal en Riobamba, ni siquiera una casa
propia y cuando le preguntaban, solía decir
"Mi sede es la carretera"; sin embargo,
pronto comenzó una cerrada oposición
porque vendió una valiosa custodia de oro y
piedras preciosas que no tenía utilidad y solo
servía de lujo para un ritual trasnochado y
porque se opuso a la construcción de una gigantesca
Catedral que la rancia y prepotente oligarquía
latifundista pretendía como símbolo
de poder.
(1) Cuando llegó a Riobamba
esa Diócesis era propietaria de varias haciendas
de diferentes tamaños, siendo las mayores Zula
y Monjas-Corral de 36.000 y 3.000 hectáreas
respectivamente, arrendadas a varios jefes de familias
pudientes, también hacendados. Los indígenas
vivían allí como esclavos. En las casas
existían lugares e instrumentos de tortura
y los huasipungueros eran explotados por los arrendatarios
que les cobraban diezmos por las crías que
les nacían en el año, de los vellones
de lana que esquilaban, etc.
En 1960 se adelantó a la Reforma Agraria de
1964 y entregó tierras de la iglesia a los
indígenas, incentivando la creación
de un grupo de reflexión eclesial denominado
Juan XXIII que tuvo varias experiencias territoriales
y funcionales y el Plan de Reconversión Pastoral
para la Diócesis, primer paso para la formación
de nuevos grupos que con espíritu de pobreza
trabajaron entre las comunidades. (2)
Por entonces dio inicio al
proyecto de las Escuelas Radiofónicas Populares
ERPE, bajo el lema de "Educar es Liberar",
que se inauguraron en 1962 en onda corta y con un
kilovatio de potencia. Pronto se fundaron otras, aún
en provincias vecinas, al igual que había sucedido
con Radio Sutatenza en Colombia.
Cada día se dictaban
cursos de alfabetización y aritmética
en quichua y español, por las mañanas
y las noches, de suerte que los indígenas empezaron
a leer, a escribir y a despertar del letargo de siglos
en que habían estado, siendo esto lo más
importante.
Desde 1962 hasta el 65 intervino
en las cuatro etapas de las deliberaciones del Concilio
Ecuménico Vaticano II y en una de las Asambleas
del Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM fue elegido
para reemplazar a Monseñor Manuel Larraín,
de Chile, como Presidente de la Comisión Episcopal
para el Instituto de Pastoral Latinoamericano IPLA
durante el período 1965, cumpliendo un servicio
itinerante en la iglesia de Amena Latina. (3).
(2) En 1979 el Instituto Ecuménico al Servicio
del Desarrollo de los Pueblos INODEP con sede en París,
envió dos delegados para la evaluación
de la labor realizada, se trazaron nuevas rutas y
fijaron metas más concretas.
(3) Pocas veces la Iglesia
Católica había estado sometida a tantas
presiones. De un lado los que defendían la
tradición y las costumbres. Del otro, los que
creían que era imposible permanecer indiferentes
en un mundo en constante transformación.
En ese contexto, Juan XXIII sorprendió a todos
cuando se inclinó por los partidarios del cambio
y convocó en 1962, a un Concilio ecuménico,
la más alta instancia de la iglesia después
del mismo papa, para discutir "cómo hacer
avanzar el Reino de Cristo en el mundo", según
explicó. La orientación de involucrar
abiertamente a la iglesia en los asuntos terrenos
se había comenzado a poner en práctica
un año antes, cuando el jerarca publicó
la encíclica Mater et Magistra (Madre y Maestra).
Por primera vez la Iglesia respaldaba decididamente
la formación de sindicatos y las políticas
estatales que procurasen una mayor justicia social.
El Concilio dejaría
una huella aún más profunda. Un Concilio
es una asamblea de obispos y altos dignatarios de
la iglesia para legislar sobre asuntos eclesiásticos.
Cuando el ámbito de sus discusiones es general
y no referido a un asunto específico, recibe
el nombre de Concilio ecuménico. No han habido
muchos de esta clase. El último se había
realizado un siglo antes (entre 1869 y 1870) con el
nombre de Concilio Vaticano I.
El Concilio Vaticano II duró
tres años y concluyó en diciembre de
1965, cuando Juan XXIII ya había muerto y Paulo
VI ocupaba su lugar. En cuatro sesiones, 2.500 representantes
de la iglesia aprobaron 16 documentos que llamaban
a sus miembros seglares a participar no sólo
en la liturgia sino en todas las actividades de la
iglesia; asimismo, la iglesia demostraría mayor
preocupación por las cuestiones sociales.
En América Latina el
Concilio tuvo una resonancia particular. Inspirados
en sus resoluciones, el peruano Gustavo Gutiérrez,
el brasileño Leonardo Boff y el ecuatoriano
Leonidas Proaño desarrollaron la "Teología
de la Liberación", que llamaba a fundar
una "iglesia de los pobres". En años
siguientes, la iglesia latinoamericana estaría
atravesada por un profundo debate alrededor de esta
cuestión, hasta que un nuevo papa, Juan Pablo
II, puso fin a la controversia declarando que la Teología
de la Liberación no tenía cabida en
la Iglesia Católica con lo cual los problemas
sociales volvieron a ser tratados de soslayo por la
iglesia.
La llamada Teología
de la Liberación nacida al calor del Concilio
Ecuménico Vaticano II, en favor de las clases
populares oprimidas, no contemplaba el problema de
la identidad cultural indígena. De allí
que el despertar indígena del Chimborazo sea
considerado un fenómeno sociológico
muy diverso, producto de claros objetivos políticos
y primer paso dado por las comunidades indígenas
para aportar sus valores en contraposición
a los antivalores de la sociedad occidental. Solo
cuando los indígenas se rediman y liberen,
solo entonces se podrá iniciar un diálogo
que nos hará libres a todos.
En 1963 construyó en
una parte de la hacienda Zula un conjunto de edificios
destinados a la formación de líderes
campesinos de ambos sexos con el nombre de Centro
de Estudio y Acción Social CEAS para dar apoyo
técnico a los indígenas.
En 1964, al dictarse la Ley
de Reforma Agraria concurrió a las oficinas
del IERAC en Riobamba y puso a disposición
las haciendas de la Curia para que fueren parceladas
y entregadas a los indígenas. Como la nueva
Ley disgustó a los hacendados, el Director
del IERAC los reunió en el local del Centro
Agrícola para explicarles los alcances y beneficios
de ella. La reunión duró cinco horas
y el Presidente del Centro Agrícola lanzó
palabras muy hirientes, acusando a la iglesia de ser
la única culpable de la situación de
los indígenas. Proaño había sido
invitado y como estaba presente contestó que
culpables eran todos y que había llegado el
momento de ponerse de acuerdo y rectificar rumbos;
pero no solamente que no le prestaron atención
sino que hasta se volvieron sus enemigos acérrimos.
"Me han combatido terriblemente ante las autoridades
gubernamentales y con quejas ante la Santa Sede"
diría después.
En 1965 hizo contacto con misioneros
europeos que atrajo a Riobamba. El 68 concurrió
como delegado a la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano
en Medellín, e inauguró la Casa de la
Diócesis denominada "Hogar Santa Cruz",
Centro de reflexión, teológico, pastoral,
político y social, a nivel latinoamericano,
experiencia de vida.
En 1969 el Consejo Episcopal
Latinoamericano CELAM le nominó Presidente
del Departamento de Pastoral de Conjunto.
En 1970, dada su peligrosidad
como líder internacional, se puso en marcha
una conspiración para sacarle del obispado,
contando con la aprobación tácita del
Arzobispo de Quito, Cardenal Pablo Muñoz Vega;
pero como se levantó la opinión pública
los miembros del episcopado tuvieron que dar marcha
atrás y hasta se olvidaron del alto cargo que
le iban a ofrecer en compensación. En Octubre
creó el equipo misionero diocesano en Santa
Cruz con 35 sacerdotes y bajo la dirección
del Padre Carlos Vera. Cabe indicar que de allí
en adelante muchas personas que trabajaban en América
Latina, empezaron a visitar la diócesis de
Riobamba en vías de experiencia con el equipo
misionero, cuyo campo de acción se ha ido extendiendo
en cinco jurisdicciones eclesiásticas del Ecuador
y dos de Venezuela.
En 1972 fue molestado por agentes
de seguridad de la dictadura velasquista, pues había
llegado hasta las más elevadas esferas varias
denuncias, de que estaba preparando guerrillas urbanas
y hasta enseñando a fabricar bombas.
Para entonces, la jerarquía
eclesiástica ecuatoriana, la más atrasada
y retrógrada de Latinoamérica junto
a la Argentina, (4) quería zafarse de Proaño
a toda costa debido a que era un "Cristiano comunista",
lo que no es bueno ni malo, sino una simple posición.(5)
El 31 de Enero de 1973 la prensa del país trajo
a grandes titulares la noticia de que un visitador
Apostó lico inspeccionaría los trabajos
de la Diócesis de Riobamba. El asunto se convirtió
en polémica y al ser requerido el Cardenal
Pablo Muñoz Vega, escudándose en el
Nuncio, se hizo el desentendido, con su natural maquiavelismo
político.
(4) Informe del CELAM.
(5) Preguntado Proaño
por el periodista Rodrigo Villacís Molina acerca
de este punto respondió: "Quienes no han
leído ni a Marx ni el Evangelio suelen confundir
las cosas. No podría decir que soy un estudioso
del marxismo".
El padre José Gómez
Izquierdo a escrito al respecto: Al iniciarse la década
de los 60, dos revoluciones concitaron la atención
del mundo entero. Una, de carácter político,
ocurrida en Cuba. La otra, en el ámbito religioso,
en Roma. En enero de 1961, Fidel Castro que había
puesto fin a la sangrienta dictadura del General Batista,
instauraba la República Democrática
Socialista. En octubre de 1962, el Papa Bueno, Juan
XXIII, en contra de quienes opinaban que todo andaba
bien en la Iglesia, inauguraba el Concilio Vaticano
II, la máxima Asamblea del Catolicismo, para
reformarla en profundidad. En el transcurso de los
siglos la iglesia católica se había
aliado con los poderes de este mundo. Internamente,
una clericalización la había hecho olvidarse
que la jerarquía debe estar al servicio del
Pueblo de Dios y no lo contrario. Santo y profeta
y por lo mismo atento a los signos históricos,
Juan XXIII no podía permanecer indiferente
ante la irrupción de los pueblos empobrecidos
exigiendo justicia y libertad. Si la Iglesia quería
ser fiel a Cristo debía ser la Iglesia de los
pobres, los primeros beneficiarios de su misión
liberadora (Lucas 4, 14-19).
La muerte prematura de Juan
XXIII le impedirá ver realizados sus sueños.
"Su sucesor, Pablo VI, tomará la posta.
El 26 de marzo de 1967 en la Encíclica sobre
"La Iglesia y el desarrollo de los pueblos"
denuncia con fuerza que los conflictos sociales se
han ampliado hasta tomar las dimensiones del mundo,
debido a la brecha cada vez mayor entre ricos y pobres.
Estas son sus palabras: "Mientras que en algunas
regiones la oligarquía goza de una civilización
refinada, el resto de la población pobre y
dispersa, está privada de casi todas las posibilidades
de iniciativa personal y de responsabilidad, viviendo
en condiciones indignas de la persona humana".
Pablo VI admite la insurrección revolucionaria
en los casos de "tiranía evidente y prolongada
que atentase gravemente a los derechos fundamentales
de la persona y dañase peligrosamente el bien
común", pero no la recomienda, ya que
a la postre provoca mayores males. Su propuesta es
llevar a cabo "transformaciones audaces, profundamente
innovadoras y emprenderlas con urgencia”. En
otras palabras el Papa recomienda una revolución
no violenta. A lo largo de la Encíclica se
refiere a los campos en donde esta debe llevarse a
cabo: el familiar, el educativo, el económico,
etcétera.
El documento pontificio será
por un lado mala noticia para las oligarquías
de nuestro continente y por otro, buena nueva para
los cristianos que buscábamos una repuesta
no violenta pero efectiva al desafío de la
injusta pobreza. Un año más tarde los
Obispos de América reunidos en Medellín,
acogerán íntegramente las directivas
del Papa proponiendo líneas de acción
para llevarlas a cabo.
"Es necesario, dicen,
despertar en los hombres y en los pueblos una viva
conciencia de la justicia que es la única que
asegura la verdadera paz; defender los derechos de
los pobres. Lo ocurrido después es historia
reciente. Si la Encíclica de Pablo VI, fue
calificada de marxista por los sectores financieros
de Wall Street, el documento de Medellín no
tendrá una mejor suerte. Quienes por fidelidad
al Evangelio y a la Iglesia lo pusieron en práctica,
fueron acusados de comunistas y subversivos.
El 4 de Febrero Proaño se defendió en
carta al Nuncio y pidió que le indicaran cuáles
eran los cargos y las acusaciones, uniendo, por supuesto,
que se le había tachado de comunista; pero
el Nuncio se hizo el sordo y respondió con
simples evasivas. Así las cosas, Proaño
se alejó al campo. El 3 de Abril arribó
el Visitador, Padre Jorge Casanova, acompañado
de varios guardias de seguridad y un secretario, pensando
que no le dejarían actuar, pero encontró
todas las facilidades del caso.
En los nueve días que
duró su visita se puso en contacto con sacerdotes,
religiosos, seminaristas, comunidades, delegaciones,
grupos y hasta personas particulares entre las que
no faltaron las beatas más chismosas de la
Sultana del Chimborazo, que le fueron con una serie
de increíbles exageraciones. (6).
El pobre Casanova, del susto
con que entró en Riobamba pasó a la
burla y de allí a la admiración más
fervorosa cuando se dio cuenta de la falta de criterio
de algunos, del cariño de la mayor parte de
la gente hacia su Obispo y de la grandiosidad del
movimiento eclesial formado.
En los nueve días que
duró la visita trabajó mucho, recibió
a un total de dos mil personas, luego le presentó
a Proaño un cuestionario con veintiuna preguntas
y cuando se convenció plenamente de la inocencia
del Prelado, informó favorablemente a Roma.
Mas, como el asunto se había convertido en
un hecho de innegable trascendencia política,
el Papa no se atrevió a dictar su veredicto
para evitar una vergüenza a la jerarquía
eclesiástica ecuatoriana. Entonces, el asustado
Nuncio, comprendiendo en
(6) Se llegó a inventar que Proaño estaba
preparando un alzamiento popular indígena para
provocar un cisma en la iglesia católica y
convertirse en Papa de Latinoamérica. Y aunque
parezca mentira, no faltaron bobos que se lo creyeron
y periodistas que lo publicaron llegándose
a aseverar que sería coronado con el nombre
de Leonidas I o algo por el estilo.
Quito que la maniobra había
Salido al revés y que ante la opinión
nacional pasaba como el mayor culpable, le entregó
copia de las denuncias que hasta entonces había
mantenido en secreto y allí ardió Troya
porque se conoció que la mayor parte de ellas
provenían de los propios Obispos, de común
acuerdo con el Cardenal Pablo Muñoz Vega que
aparentaba imparcialidad, hipócritamente.
Todo ello le ocasionó a Proaño una enorme
decepción y haciendo un verdadero esfuerzo
se tomó el trabajo de visitarles, escuchando
con paciencia. Por supuesto que los Obispos le pidieron
disculpas, aunque no faltaron quienes se acusaban
entre ellos. Ese episodio constituye la nota más
vergonzosa que se ha dado en la iglesia ecuatoriana
en el siglo XX.
El 26 de Septiembre de 1974
ocurrió un grave incidente por las tierras
de la hacienda Toctezinín, sembradas por la
comunidad indígena de ese lugar formada por
85 familias y de conformidad con lo dispuesto por
la segunda Ley de Reforma Agraria de 1973. Cuando
se encontraban cosechando ocurrió el arribo
de efectivos de la fuerza pública, enviados
por la propietaria. A consecuencia de dicho enfrentamiento
se registraron varios heridos, murió el líder
campesino Lázaro Condo, sufrió prisión
el Vicario General de la Diócesis y numerosos
campesinos fueron detenidos y llevados presos a Riobamba.
Proaño hizo causa común con ellos y
tras largas discusiones con el Ministro de Gobierno,
obtuvo que les permitieran seguir laborando esas tierras.
“El 12 de Agosto de 1976,
en plena dictadura militar de Los triunviros y mientras
se realizaba en la casa de Santa Cruz un encuentro
amistoso de intercambio de experiencias pastorales
con la intervención de diecisiete obispos latinoamericanos,
algunos sacerdotes, religiosas y seglares nacionales
y extranjeros en número mayor a las cincuenta
y tres personas, entró la policía a
la fuerza y empezaron a llevar a todo el mundo tal
como estábamos. Fuimos cogidos presos, los
que se resistían los trataban bruscamente,
incluso a las mujeres. Después vimos que nos
sacaban de la ciudad y fuimos llevados en bus al cuartel
de San Gregorio de Quito".
Proaño fue separado
y conducido al Ministerio de Gobierno donde le sometieron
a un brusco interrogatorio. Al día siguiente
fue enviado al San Gregorio, donde ya estaba el Embajador
de Alemania establecido, pues habían numerosos
clérigos de ese país, incluso, algunos
luteranos, porque el encuentro había tenido
el carácter de ecuménico.
"Las acusaciones aparecieron
veinticuatro horas después del apresamiento,
falsas y calumniosas, hilvanadas en Cadena Nacional
por el atrabilario Subsecretario Javier Manrique Trujillo,
a quien nadie creyó". Proaño fue
impedido de defenderse y cuando salió libre,
acusó al régimen de haber caído
en un pecado social.
En 1977 editó en Bilbao,
para la colección "El Credo que ha dado
sentido a mi Vida", una especie de autobiografía,
por cierto, muy original, que ha conocido varias ediciones,
titulada "Creo en el hombre y en la comunidad".
La tercera edición, que hemos consultado, tiene
258 páginas.
En 1978 y con motivo de la
guerra en Nicaragua, formó el Frente de Solidaridad
del Chimborazo, conformado por organizaciones populares
de las más diversas ideologías, con
el fin de apoyar la lucha de los pobres por la justicia
y la liberación, para instaurar una nueva sociedad
y construir el hombre nuevo, sujeto de su propio destino.
En 1979 intervino como delegado
en la III Conferencia del Episcopado, celebrada en
Puebla, disertando sobre la "Visión Pastoral
de la Realidad".
En 1982 reunió a setenta
dirigentes de Comunidades indígenas para reflexionar
sobre la necesidad de terminar con las divisiones
internas que los aquejaban. Todo lo que allí
se trató y discutió fue a la usanza
nativa, en idioma quichua.
En 1985 dio a la luz pública
un libro infantil titulado "Rupito", con
las andanzas de un niño indígena. Entonces
tuvo que presentar su renuncia por límite de
edad y fue relevado de su posición de Obispo.
En el acto de entrega de la Diócesis recibió
el nombramiento de Presidente del Departamento de
Pastoral Indígena de la Confederación
Episcopal Ecuatoriana y viajó a San Antonio
de Ibarra donde permaneció hasta su muerte.
En 1986 fue nominado al Premio
Nóbel de la Paz por su arduo trabajo en defensa
de los Derechos Humanos, de los pueblos y su opción
por los indígenas. Las Universidades Central,
Politécnica del Chimborazo y del Litoral y
la Saarlandes, le entregaron sendos doctorados Honoris
Causa. También recibió el Premio Internacional
Rothko Chapel, de Houston, consistente en $ 77.000.
En 1987 publicó "El
Evangelio subversivo" y "Concientización,
evangelización y políticas" ensayos
de pastoral impresos en Salamanca.
Ese año fue designado
Asesor Honorario de la Comisión de Asuntos
Indígenas del Congreso Nacional y contribuyó
a la formalización del proyecto de Ley de Nacionalidades
Indígenas.
En 1988 promovió con
el CONAIE la campaña "Quinientos años
de Resistencia Indígena" oponiéndose
a la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento
de América, recibió otro Doctorado Honoris
Causa de la Escuela Politécnica Nacional, el
Premio Internacional Bruno Kresky, de Viena, consistente
en S/. 8'000.000 por su lucha en favor de los Derechos
Humanos, que junto al anterior, dejó por testamento
a la Casa del Sagrado Corazón, a fundarse en
un plazo de tres años.
Sus últimos tiempos
fueron de constante preocupación frente a la
gravísima crisis de Centroamérica, sin
olvidar a los indios ni a la ecología, su pasión
tardía, a cuya defensa se entregó con
vehemencia.
Para los indios soñó
una liberación económica por sus propios
medios, recuperar su propia cultura, realizar una
política propia.
A finales de 1987 comenzó
a sufrir de un cáncer avanzado al estómago
que le debilitó rápidamente complicándole
el hígado; pero, no por eso dejó de
trabajar en lo posible, cuidado por su médico
de cabecera Dr. Leonardo Astudillo.
El día 30 de Agosto
entró en coma urémica y tras permanecer
veinte horas así, a las tres de la madrugada
del 31 se acomodo delicadamente en su lecho, cruzó
las manos y expiró dulcemente, de 78 años
de edad y sin haber tomado analgésicos, pues
no sufrió ni tuvo dolores.
Sus restos fueron llevados
a la Catedral de Riobamba donde recibió el
postrer homenaje de sus amigos los indios. El Presidente
Rodrigo Borja expresó la condolencia de la
Nación anunciando que la masiva campaña
de alfabetización que emprendería el
gobierno, se llamaría Leonidas Proaño.
Después le regresaron
a San Antonio de Ibarra y fue enterrado en el cementerio
de la comunidad de Pucahuayco con la condecoración
Pedro Moncayo que le discernió postmortem la
Municipalidad de Ibarra.
"Fue brillante aunque
no genial ni creativo, mas bien fue hombre de paz
en la lucha, valeroso, porque no transigió
con el error ni la mentira, ni inclinó su frente
a los poderosos. En ese sentido actuó como
auténtico rebelde.
Sereno y alegre ante la adversidad,
adquiría un toque de genuina grandeza humana,
muy humana.
"Tuvo el don de los conductores de hombres. Fue
humilde, sencillo, llegó hasta lo esencial
de la nueva Iglesia. Supo trasmitir su pasión
con tenacidad campesina, trazando caminos certeros.
Amó, amó mucho, entrañablemente,
reciamente, recatadamente".
Editó un poemario y
varios documentos relacionados con su labor. Existen
numerosos textos suyos inéditos. Los indios,
reconocieron en él su propio amor y le correspondieron.
Los poderosos le consideraron
un elemento de gran peligrosidad porque sabían
que estaban perdiendo el trabajo esclavo de los indios
y campesinos, hasta entonces, meros elementos de su
enriquecimiento.
Su raza mestiza, estatura mediana,
rostro canela, sonrisa fácil, ojos pequeños.
En síntesis, rostro viril como tallado, que
imponía respeto. Hablaba pausadamente y sin
afectación, su persona trasmitía una
enorme bondad, pues fue un santo a la manera moderna,
con manos grandes y encallecidas como las de cualquier
campesino y sin la burda milagrería de las
mentirosas Hagiografías
Su traje siempre era oscuro
y corriente y cuando salía al campo gustaba
usar el genuino poncho de lana que tanto abriga en
el páramo andino.
Un testigo de sus últimos
meses a escrito:
"Cuando llegué
para visitarlo en la casa del Sagrado Corazón
en el valle de los Chillos me impresionó su
aspecto. Se había adelgazado muchísimo.
Su mirada era Intensa y profundamente triste. Parecía
cargar sobre sus hombros todo el pecado del mundo.
Se levantó para saludarme y me dio a conocer
que le quedaba poco tiempo de vida. Que podía
acompañarlo a condición de quedarme
en silencio. Así fue que permanecimos cercanos
a él hasta el día de su muerte.
Su habitación era amplia.
En el velador tenía dos libros, el Evangelio
y "Atahualpa" de Benjamín Camón.
En la biblioteca de la sala contigua, estaba la "Perestroika"
de M. Gorbachov. De cuando en cuando paseaba por el
cuarto pero la mayor parte del tiempo permanecía
en silencio. Cuando me tocaba acompañarlo experimentaba
algo indefinible, como si el tiempo se hubiera detenido.
Era algo así como celebrar una Misa en la que
la ofrenda era el mismo Leonidas".
Monseñor estaba pendiente
de todos los que asistían. Se preocupaba de
su descanso y alimentación. Pocos días
antes de morir pidió se anotara la fecha de
todos los cumpleaños y nos encomendó
que luego de su muerte no dejáramos de felicitarlos
oportunamente en su nombre.
Un día le llevé
rosas muy hermosas. Le gustaron mucho. Se conservaron
todo el tiempo de su larga agonía. Cuando ya
no pudo levantarse me pidió que las pusiera
cerca de su puerta pero lejos de él. No quería
que sufrieran. Mi cuerpo, dijo, tiene mucha energía
negativa, se está descomponiendo y no quiero
que las plantas sufran. Ellas también sienten.
Lo mismo ocurría con los niños que Iban
a visitarlo. Ellos son pura vida, decía. Yo
estoy muriendo y les puedo hacer daño. Es mejor
que jueguen afuera. Muchas personas llegaban para
verlo. Muy pocas podían hablar con él
ya que se cansaba muchísimo y era menester
cuidarlo. Se les Informaba de su estado y se les daba
una nota de agradecimiento que él había
firmado con su puño y letra, hasta el fin,
con letra clara y pareja. A los indígenas los
recibía casi siempre.
Una de las visitas que más
me impresionó fue la de Monseñor Alberto
Luna. Se quedaron solos en la habitación, pero
desde la puerta entreabierta los podíamos observar.
Monseñor Luna estaba arrodillado junto a su
lecho. Ambos estrecharon sus manos prolongadamente
como si fuera el traspaso del don y misión
proféticos. El Arzobispo de Cuenca no ocultó
sus lágrimas al momento de salir.
Monseñor no aceptaba
ninguna medicina ni caricia alguna. Estando en la
cama siempre cuidaba que su ropa estuviera bien puesta
en orden. Todo era nítido. Antes de morir había
pedido que su cuerpo lo depositaran en un féretro
de madera de San Antonio su pueblo natal y que lo
vistieran con el poncho Indio. Quizo ser enterrado
al pie del Imbabura que lo vio nacer, en la casa de
Pucahuaico, en la que se albergaba uno de sus más
caros sueños: la formación de las misioneras
Indígenas