Nidia Arrobo Rodas[1][1]
“Soy una flor que no solo está pendiente del futuro sino que tiene sus raíces en el futuro. El Resucitado-Resucitador es mi futuro Absoluto.”
Padre Agustín Bravo Muñoz
En el lecho del Hospital Andino de Riobamba hace ocho días visité al Padre Agustín Bravo Muñoz y con dolor hasta las lágrimas constaté como inexorablemente se apagaba la fecunda vida de quien fuera fiel amigo, servidor y Vicario de Mons. Leonidas Proaño, el obispo de los indios y profeta de los pobres.
Su cuerpo envejecido por los años, acabado por esa entrega total, radical a la causa del Reino, a la causa evangélica de la opción preferencial por los pobres, a la causa de la liberación de los pueblos indios se extinguía, como se extingue el sol crepuscular para dar paso al reposo, al descanso. Y me estremecí al ver como su palabra viva, su gesto de acogida, su sonrisa amplia y sincera, su humor fino… se habían apagado. Al escuchar mi nombre abrió sus ojos -antes vivaces e inquietos- y me miró… Se había sumergido ya en el SILENCIO total y escaseaban las horas en las que su respiración prosiguiera, único signo de sobrevivencia. Sin embargo una profunda serenidad lo acompañaba, quizás meditaba en esas frases que escribiera años ha en el margen de la página 24 del Tomo VII de la Teología Dogmática de Michael Shmaus “Más allá de la muerte y de la hora de mi muerte me espera la plenitud de la vida: Jesús - la Resurrección y la Vida” y, “El más allá no es un lugar. De entrega en entrega el hombre va viviendo la peregrinación de la fe, hacia la consumación de la entrega total en Dios”
Y, el jueves 13 de octubre a las 8h30 de la noche partió raudo a la Casa del Padre, partió al re-encuentro con los suyos, al re-encuentro con Mons. Proaño a quien defendió con todas sus fuerzas y a quien acompañó incondicionalmente en su largo peregrinaje de liberación durante toda su vida y aún más, después de su muerte. Partió al re-encuentro con sus compañeros de cárcel y de luchas; al re-encuentro en fin con los otros grandes padres de la Iglesia Latinoamericana con quienes soñó en dar vida al Vaticano II, Medellín y Puebla; en la urgencia de la construcción de los cielos nuevos y las tierras nuevas; en el cambio de la Iglesia piramidal en la iglesia viva, pueblo de Dios en marcha, y en la construcción de la sociedad nueva.
Desde el sábado 15 nos sigue evangelizando –como un pobre más- desde su morada en tierra, en el Cementerio general de Riobamba.
Lector voraz, dotado de una preclara inteligencia, gozó siempre de una clarividencia evangélica, de una profunda serenidad, de un humor fino, de una tenacidad y de una coherencia de vida puestas a prueba. Él, el teólogo de la liberación nos mantuvo siempre al día de las grandes corrientes teológicas y humanistas; él, atento al devenir de la Iglesia ecuatoriana, proféticamente nos anticipaba su accionar y nos acompañaba en nuestros compromisos; él profundamente lleno del Espíritu, nos animaba a proseguir por los caminos ciertos de la liberación, tras las huellas de Mons. Proaño.
El Padre Agustín constituyó para nuestra entidad la Fundación Pueblo Indio del Ecuador y para el Centro de Formación de Pucahuaico creados por Mons. Proaño, escudo, soporte y cobijo en esta era de invierno eclesial; fue para la Iglesia de los Pobres y las Comunidades Eclesiales de Base puntal firme y palabra sabia; y para todos, referente vivo de fidelidad a la causa del Evangelio liberador, a la causa de los empobrecidos, de los pueblos indios y a la herencia profética del Obispo de los Indios.
Sus agudos y clarividentes escritos nos acompañan, sus poemas y teologías nos son imprescindibles para continuar en este “carnaval de la vida” que, como buen guarandeño de vez en cuando nos recordaba
“El carnaval de la vida
es vida del carnaval
disfraz de Pascua Florida
sin cura ni sacristán.”